Post by johndoe on Jul 12, 2020 17:58:38 GMT 1
El Monstruo
En ocasiones es dificil decir quién es el monstruo. Para la rata a medio mordisquear, seguro que lo era la niña humana que la había tentado con una miga de pan. Para la pobre niña que había muerto aterrada y famélica lo eran sus captores de piel verde. Y definitivamente, para el trasgo horrorizado y sin esperanza que se escondía detrás de la jaula, el monstruo era lo que tenía delante: la figura rechoncha, compacta y barbuda de ojos rabiosos. Ese enano chorreante de rojo que se había bañado en la sangre de sus amos orcos. Si fuera algo más grande y tuerto, el trasgo hubiera jurado que era la propia encarnación de Gruumsh que venía a por él. Incluso sus "hermanos" más fuertes, y los más listos habían sido partidos en dos como el tejón de práctica que solía utilizar para entrenar con el cuchillo. La pequeña sabandija nunca había olido bien, pero ahora que había manchado el taparrabos, y un hilillo de orina bañaba sus rodillsa y tobillos, ciertamente olía a rayos. Algo que el enano no pasó por alto. Sus ojos primero fueron al diminuto cadaver esquelético. Luego se incendiaron como un par de hogueras, con la furia atronadora de un vial de fuego de alquimista estrellándose contra el suelo. Incluso el trasgo, tonto como era, sabía lo que venía después. Recordó el primer día que había sostenido uno de esos hermosos viales color naranja y se había maravillado con su líquido burbujeante. Tendría a penas dos años. También se acordó de aquel preciado momento en el que 'Greñaz', aquel mercader al que habían capturado años atrás, le pateó intentando escapar. Aquel día destapó uno de esos frascos y se lo vació en la garganta hasta que sus ojos se volvieron incandescentes y se derritieron dejando dos brasas y algunas lágrimas de lava. ¡Ah, cómo se rieron ese día! Que tenía... ¿cinco años? Por no mencionar el momento en el que, por fín, pudo vengarse de 'Piñozraroz', un primo malicioso que siempre se había metido con él. Sus alaridos después de haberle lanzado una bomba de fuego de alquimista, y el baile luminoso y frenético que hizo antes de caer al suelo calcinado, aun están grabados en su mente como el momento de máxima realización de su despreciable existencia. Y eso fue apenas dos días. El trasgo sabía, sin embargo, que el fuego que tenía frente a los ojos no podría dominarlo, y que ésta vez le quemaría a él. Y, en efecto, un alarido de terror escapó de su garganta cuando comenzó a correr en dirección contraria escurriéndose entre las tiendas improvisadas. Entonces un golpe seco le provocó sequedad de garganta. Lo siguiente que vio fue su propio cuerpo correr como una gallina sin cabeza para caer un poco más allá. Le hizo gracia. Se hubiera reido si lo siguiente que hubiera visto no fuera esos ojos explosivos mirándole con desprecio. Su miserable vida terminó con la vista de una suela llena de mierda de huargo y un asqueroso "choff". Fue tan asqueroso que incluso hizo vomitar al último trasgo que quedaba con vida en aquella cueva. La visión de la cabeza aplastada de su compañero tampoco ayudaba. Ni la sangría que le rodeaba. Pero al enano todo aquello no parecía molestarle. Ni la sangre que le cubría, ni el ojo medio aplastado que se le había quedado en la bota, ni la bilis que había salpicado su pantalón.
-Sólo quedas tu sabandija. Si quierres una muerrte rápida más vale que hables. Te harré el favor de mandarrte con tu dios de una pieza.
El enano sostenía un pedazo de piel rosada en la mano izquierda. Ésta tenía un tatuaje. Era uno de esos bichos que se esconden bajo las piedras que a los trasgos les gustaba aplastar. Uno de esos "pica-muezte". Aunque el hacha de su diestra, tan grande como su cabeza, llamaba más la atención de la criatura.
-...oi... ¡OI! ¡Te estoy hablando sabandija! ¿Te dice algo éste dibujo? ¿Y qué hay con esa niña? ¡Escupe!
Los ojos del trasgo no fueron lo suficientemente buenos para ocultar su reacción frente al escorpión. Y, fruto del trato de sus amos, sus manos actuaron antes que su cerebro, cubriendo su boca. El enano sonrió. El hacha silbó. Las manos volaron. El resto fue como escuchar a un cerdo en el matadero.
-Te ayudarré con eso. ¿Ves? Las manos ya no te molestan. Ahorra tendrremos, tu y yo, una charrla íntima. No tienes mucho tiempo, perro aun puede ser mucho más dolorroso, así que más vale que empieces antes de que mi pequeña se impaciente.
El trasgo vio el filo del hacha frente a sus ojo. El rostro del enano se reflejaba en la sangre que lo cubría, distorsionándose, mostrándo una sombra grotesta. Sin duda, para el trasgo, 'eso' era un verdadero monstruo.