Post by Lion on Apr 3, 2021 17:18:28 GMT 1
Keizok permanece durante unas pocas en su residencia de Klenth, buscando entre sus pertenencias las mejores herramientas para el trabajo que le han asignado. Aún resuenan en sus oídos las palabras de Eliandor cuando este le comunico que aquel que había tomado como aprendiz fue amenazando a la guardia de Lual-Rhus con quemarlos en hogueras.
Hace conteo de munición mientras afila las puntas de sus flechas. Pequeños trozos de metal salen disparados a cada pasada de la piedra de agua. Sobre la mesa reposa el amuleto obsequiado por Liliane, junto a una botella descorchada de ron y un cigarro que se consume con lentitud.
Un sinfín de pensamientos afloran en la mente de Keizok cuando se ve obligado a volver a la ciudad portuaria de Lual-Rhus, aquella que se juró no volver a pisar. Cuantos cayeron desde su inicio como Auxilia…apenas quedan miembros vivos de sus inicios…y los pocos que quedan están desaparecidos. Muy a su pesar ha llegado el momento de volver a sus calles, de volver a internarse en aquel cuartel en el que tantas veces le amenazaron con la soga, de volver a mirar a la cara aquellos soldados que le infravaloraron…pero no de la forma que él pensaba, no como el héroe en el que ha llegado a convertirse. Esta vez volverá para disculparse por las acciones de un tercero...
El crujir de la madera a romperse es el detonante para el resto de sonidos que le preceden. Los cristales de la botella de ron quedan diseminados por doquier y la mesa en la que estaba sentado es lanzada de forma violenta por los aires. Llego la hora de partir nuevamente a esa condenada ciudad.
Viaja a toda velocidad hacia Lual-Rhus, tan rápido como el caballo le permite. Al llegar a la ciudad se dirige sin dilación hacia el cuartel de la guardia. En su armadura se distinguen con claridad el símbolo de Pholtus grabado en su pechera y el emblema de la Inquisición sobre sus hombreras. Los recuerdos llegan a su cabeza una vez más… tantas reuniones temiendo por su vida, tantos compañeros perdidos, tanta sangre en sus manos después de cada informe…como aquel que regresa a su hogar tras años pensando que todo será mejor que cuando partió y a su regreso la realidad te golpea con fuerza…así es como los ojos del Inquisidor miran cada centímetro del edificio en su camino hacia el despacho de la Teniente de Lual-Rhus.
Misma habitación, mismo soldados buscando la redención, distinto oficial disfrutando de las ventajas de su rango.
- Teniente, se presenta el Sargento Keizok de la Inquisición. Me han informado de los altercados de cierto Auxilia demente. Pido disculpas por las acciones que este individuo haya podido causar y acepto toda la responsabilidad sobre ello. *Inclina ligeramente la cabeza en señal de sumisión… o tal vez sea para ocultar la expresión de asco que le producen pronunciar estas palabras*
A los cargos que ustedes le sumen me gustaría añadir el de insubordinación ha órdenes directas de permanecer en Klenth para su instrucción, la de salir del templo donde se le instruía en las artes divinas, así como la difamación del nombre de un oficial y la colaboración en Talar junto a mercenarios y Hextorianos.
Por lo que pido, que antes de que ustedes dicten la pena…me permitan expulsarlo como Auxilia, marcarle como traidor con hierro candente y despojar de ese “Titulo” de paladín del que hace gala…y como última petición y si me lo permiten…quisiera ser yo quien le ajusticie.
Pasan dos días desde la petición de Keizok, lleva dos días esperando en la Taberna a que la sentencia se dicte de forma oficial…y por fin ha llegado… Las gentes de Lual-Rhus se reúnen en las puertas del cuartel, donde dos hombres esperan sobre el patíbulo entre abucheos y lanzamiento de verduras podridas. Una de las sogas rodea el cuello de aquel mercenario que se atrevió a atacar a un hombre desarmado en la taberna, la otra rodea el cuello de Nathan el cual no parece capaz de decir nada. La teniente lee los cargos contra los acusados al mismo tiempo que Keizok se mantiene por detrás de esta escuchando en sepulcral silencio.
La palanca se mueve, la trampilla cae, las cuerdas se tensan…y el silencio se apodera del recinto. Los cuerpos empiezan a convulsionar en un extraño intento de mantener el aliento…la caída no ha sido suficiente para despojarles de sus vidas.
Han pasado 3 horas desde la ejecución y la plaza ya ha sido despejada, tan solo un hombre se mantiene junto a los cadáveres, El Inquisidor mira fijamente los ojos sin vida de Nathan mientras alarga una mano para agarrar su cabello mientras la otra empuña una espada corta con la que va cercenando su cabeza…separándola con lentitud del cuerpo. Se toma su tiempo para esto, como si disfrutase cada segunda en una cruel y sádica venganza. Con la cabeza cercenada da instrucciones para que entierren la cabeza separada del cuerpo.
- Así jamás podrás encontrar el camino de regreso…
Toma el camino de regreso a Klenth, pero esta vez con más calma…mientras sujeta las riendas del caballo con su zurda…su mano derecha se aferra a algo en el interior de una de las bolsas de su cinto. Una vez alejado de la ciudad lanza el contenido de esta a mitad del terreno, cercano a un par de cuervos que merodean por la zona, los cuales parecen disfrutar de la lengua arrancada del Paladín.