Post by andhera on Nov 13, 2018 0:28:15 GMT 1
Ascensión
Cuando el cosmos decidió que odiaba a Igantia
habían construido para ella un duplicado de la tierra.
Todo igual, hasta el color de sus prados
pero con una cama vacía de más.
Todo era igual, incluyendo la luz del sol,
pero ocurría una dura transición para la joven,
rápida desde la radiante luz hacia la oscuridad.
Las sombras en la niebla de la mañana
no eran más que fantasmas en la espesura,
ecos en su propia luz turbia
que rebotan alrededor de Lual-Thyr.
De los abismos en su mente
donde moran los pensamientos más extraños,
miraba la joven hacia el profundo abismo
de formas y apariencias de la gran Baronia,
asqueada por el hábito que acostumbraba.
Donde los ángeles alados temen pisar,
sus sueños ya no tenían cavidad
en su nuevo hogar de acogida,
pero un desconocido la invitó a su reino.
Ella decidió ascender aquel camino,
donde sólo la fuerza crece.
La fe rescatará toda la desesperación,
la niebla de la mañana se levantará.
El sol hará retroceder a los demonios
a la oscuridad donde prosperan,
pero la joven no tardó en revelar
que el sol era fuego, y que sus
demonios era su rencor.
Nombre del PJ: Igantia Clase: Clérigo Raza: Humano | Procedencia: Lual-Thyr Alineamiento: Desconocido Deidad: Desconocido |
Descripción física:
Igantia es una mujer de complexión menuda de marcadas facciones y cadera prominente. Su apariencia, aunque pueda llegar a aparentar acorde a su altura posee una fuerte musculatura propia que contradice dicha primera impresión. Su tez es ligeramente olivada y la acompañan sus rubios cabellos que resaltan en una larga trenza que los recoge, suele moverse con una agilidad propia de su entrenamiento sin embargo en su sosegado paso parece estar acostumbrada a portar una pesada armadura.
Posee unos ojos de color avellana tan claros como el propio ambar que va a la par con sus cabellos, su mirada habitúa a mirar con mucho detenimiento las cosas y le gusta divagar por el mundo con una naturaleza curiosa e inquieta, llegando siempre a pensar malamente de todo lo que le rodea, a veces dando en el clavo y otras veces errando en su juicio. Su caminar suele ser tranquilo y disfruta del sendero tanto como disfruta de la buena compañía, mostrando una sonrisa afable y una cálida risa allá donde puede, aunque dicha apariencia se ve mermado con rapidez cuando se ve frustrada por algo que le supera o bien que no puede solucionar como ella quisiera.
Su voz es tranquila y ligeramente áspera, aunque tiende a agudizar el tono con tal de mostrarse más jovial de lo que realmente se siente. Viste ropajes humildes, de colores blancos cuando no porta una armadura, en este último caso suele vestir colores rojos, no porta consigo armas más que una larga espada y un escudo pesado atado a su espalda, aunque no es extraño que dichas pertenencias anden guardadas si no está de viaje o no se ve en la necesidad de portarlo en su petate.
Personalidad:
Describir la mentalidad de Igantia resultaría acotar su personalidad en unos patrones que la mayoría de las personas no podrían casar entre sí, cualquiera que haya cruzado camino o haya compartido su sendero con ella tendrá una opinión muy distinta de otro que se haya visto en la misma situación, algunos la tacharán de interesada y de mezquina mientras que otros creerán que sus palabras son las propias de una mujer con orgullo y desdicha a sus espaldas, a pesar de las diferencias esto no descarta que hay ciertos valores que resultan más marcados que las demás de sus actitudes a pesar de la primera impresión que pueda llegar a dar.
Lo primero que uno debe caer en la cuenta es que entender la personalidad de Igantia se aclara una vez se comprenden la dura infancia que tuvo que soportar en la gran Baronia, la muerte de sus padres apagó en buena parte de sus años la ilusión que podría un niño cultivar para hacer de la vida algo apreciable, siendo los formalismos de su familia de acogida un modo de vida tan arraigado como lo podría ser el hecho de que dedicara sus últimos años de vida a servir pequeños turnos de guardia con tal de hacer algo con su vida.
Perdida en objetivos la joven tardó más de lo que hubiera tenido en encontrar su sendero, un hombre llamado Sigyn le enseñó todo lo que necesitaba en este mundo para evitar ser devorada por la cruel máquina que pueden llegar a ser las civilizaciones. Aprendió a no ser avariciosa siempre que dicha avaricia no le proporcionase fuerza, aprendió a no ser cruel siempre que dicha crueldad no fuera a otorgar un resultado favorable a larga escala, sin embargo había otras emociones que no llegó a dominar; el rencor y el resentimiento son sus dos peores debilidades y allí donde esos sentimientos afloran suelen confundirse con orgullo en un enfrentamiento frío, y a veces considerablemente desalmado.
Historia: Aproximadamente hace 10 años que la joven Igantia perdió sus padres tras un accidente terrible que involucraba a un joven arcano nigromante que decidió ignorar las leyes de Lual-Thyr practicando la susodicha para bienes más allá de los propios de defensa. Sus padres trabajaban labrando el campo y como de costumbre llegado el otoño partían a los bosques cercanos para recolectar setas viéndose atrapados por una tormenta y teniendo que refugiarse en su desdicha en el lugar que hacía de refugio para el joven nigromante en aquel momento. La desaparición de los padres no tardó en casarse con la desaparición del arcano registrado trayendo éste a la justicia propia que dictaminaban las leyes y así, la joven oficialmente resultaba huérfana e incapaz de sobrevivir por sí misma. No tardaron mucho en solventar la primera era de mendicidad para la joven, una familia de acogida con un debido trámite burocrático ayudaba a su nueva familia a alimentar a la joven con tal de aparentar benevolencia en una familia que estaba llena de intrigas, mentiras y formalidades, podría decirse que fue en aquel momento donde la joven aprendió a ocultar sus emociones y aparentar la buena vida que vivía cuando no había más que trabajo y servidumbre bajo aquella fachada. En sus años de infancia aprendió a odiar todo cuanto le rodeaba, a despreciar todo gesto de buena voluntad al ver en ello interés y provecho aunque en buena parte dichas presunciones daban lugar al error y a la esquiva de un mejor sino. Podría decirse que Igantia decidía a drede en aquella fase de su vida en sumergirse cada vez más en aquel ambiente lamentable que le permitía quejarse de algo y así, tener una escusa más para detestar todo lo que involucraba su propia existencia. Cuando la oportunidad se presentó y su edad era la suficiente, la joven muchacha comenzó a trabajar sustituyendo alguna de las guardias que la ciudad requería de día, primero comenzando con los eventos más multitudinarios aprendiendo el oficio para más adelante realizar varias guardias reemplazando a aquellos hombres suficientemente inteligentes para evitar trabajar en las festividades y estaciones más bulliciosas para los mercados. La joven se volcó en su trabajo pero eran pocos los que se topaban con la dureza de la joven, una dureza que pretendía intimidar todo lo que se le cruzaba para asegurar un trabajo más tranquilo, dicho comportamiento no tardó en resultar en la pérdida de su reputación, y por lo tanto, también de aquel oficio. Pasaron apenas unas semanas y sus familiares que ya no recibían ayuda alguna en sus impuestos decidieron que la vida de Igantia no era responsabilidad de ellos, debiendo ella a partir de entonces a buscarse la vida para conseguir algo de comida si quería seguir en vida, y su decisión no fue otra que abandonarse y perderse por las calles esperando el merecido destino que debía haber ocurrido hacía tanto tiempo, fue entonces en la que una de aquellas noches conoció a Reyson Pritchard. El varón decidió inculcar en ella el conocimiento de todo lo que había aprendido referente a su culto, cómo su forma de actuar no era más que un signo de debilidad que debía de erradicar, cómo su forma de ver el mundo no era más que una superficie en la que debía de ahondar para realmente admirar el valor de la fuerza en el individuo, y fue entonces donde aprovechó para hacer de la vorágine de emociones que tenía un foco de fuerza incalculable, un punto de apoyo a la hora de avanzar en su senda con todos los conocimientos que había adquirido hasta el momento y que aún le quedaba por mejorar, ésta vez con fuerzas renovadas habiendo encontrado sentido en la llama, en una luz que creaba sombras tan largas como la propia noche apagada, en un poder capaz de calcinar la debilidad de la cual durante tantos años había hecho gala. |