Post by Eidolon on Sept 30, 2021 17:34:25 GMT 1
De todos era ya sabido que los anteriores y recientes años los templos de la Triada habían perdido el favor de la nobleza en general, especialmente con la aceptación de arcanos censados, la colegialidad de guerra, otras religiones pugnando con fuerza por la parte norte del Reino y con el declive de la Inquisición convertida a una sola Legión situada en Klenth.
Además de esto lo que se habla y anunciaba últimamente entre pudientes y religiosos, entre altezas y bajezas, era que la Inquisición había quedado aniquilada en la guerra final por Augusto y la gran mayoría de paladines y sacerdotes del Reino habían perecido entre las numerosas bajas del resto de Legiones. Había inquietud y temor sobre cual sería el futuro en la península a partir de ahora.
Todas estas incognitas fueron despejadas, de forma bastante brutal, con el promulgado directo por parte de la Reina y con el apoyo del Concejo Real de un cambio dogmático en todo el país debido a los nuevos tiempos. El anuncio implicaba que debido a que la necrópolis ya no existía, los cultos maliciosos tiempo atrás erradicados, los brujos y hechiceros ahora censados y controlados, los tiempos de guerra y grandes amenazas acabados... era hora de adaptarse a los tiempos de reparación, crecimiento, paz y unidad. De los numerosos cambios a ir desarrollando en la ahora unificada península habían dos dirigidos especialmente a los asuntos religiosos:
-Un primer paso importante para ello es dejar descansar la Inquisición destruida en batalla, la cual solo sería necesaria en tiempos especiales cuando surgieran grupos de maldad y poder particulares. Por ello de momento no habrían visos de reconstruir la Inquisición.
-Un segundo paso aún más importante es la instauración oficial de la permisibilidad de religiones y cultos por todo el país sin establecer unos cultos oficiales por encima de otros. Aquello que ya sucedía en las aldeas y pueblos del Reino podría ser instaurado de forma oficial en las ciudades. Las religiones y cultos por norma general solo requerirían que sus sacerdotes juraran por sus dioses lealtad al Reino además de que estos deberían seguir el Imperio de las Leyes de la Corona.
En contrapunto para los sectores pudientes batalladores de la línea dura afín al antiguo Rokham, los aún supervivientes a las purgas políticas anteriores y a la guerra La Reina aseguró ciertas medidas para asegurar que estos grupos no vieran su existencia en peligro.
El último Gran Inquisidor Superviviente, Lord Bennett Reinhardt, recibiendo grandes prebendas, títulos y tierras se le concede además el título de Pontifice al cargo de los templos de la Triada para asegurar su continuidad como institución religiosa y política. Aún con la inquisición desaparecida Lord Bennett estaría a cargo de recomponer una Legión propia de soldados para disponer con ella al servicio del Reino y en nombre de la Triada.
El nombramiento de Lord Bennett, bien apreciado en todos los círculos militares y religiosos por su larga e intachable lista de logros además de su conocida devoción y religiosidad hacia la Triada pareció calmar algo los ánimos en los círculos de la Triada con promesas de continuidad de la existencia de esta en el Reino pese a la enorme intrusión de las nuevas religiones por todo el país.
Mientras tanto tanto la Tríada como otras religiones empezaban una lucha encarnizada por obtener los templos existentes en las ciudades, con los cultos de la Triada teniendo más devotos en klenth pero perdiendo muchísima fuerza en Lual-Thyr, el clero de Wee-Jaas afianzando su posición en Bayas-Rathu mientras se expandía por el Protectorado, el fanatismo a Kord imperturbable en el Cruce, el culto a Xhumiramaxima siendo imparable en Rym, el culto a Moradin intentando restablecerse en Augusto y convirtiendose Lual-Thyr y Lual-Rhus en el campo de batalla principal de numerosos cultos luchando para adquirir los templos de esas ciudades.
Incluso ya se empieza a oir rumores en las más altas esferas de ideas entre algunos sumos sacerdotes de imponer una representación religiosa superior, un círculo de los cultos con aquellos que posean templos en las ciudades mayores del reino y sobre restablecer relaciones con la nobleza del país además de las grandes casas comerciantes.
Además de esto lo que se habla y anunciaba últimamente entre pudientes y religiosos, entre altezas y bajezas, era que la Inquisición había quedado aniquilada en la guerra final por Augusto y la gran mayoría de paladines y sacerdotes del Reino habían perecido entre las numerosas bajas del resto de Legiones. Había inquietud y temor sobre cual sería el futuro en la península a partir de ahora.
Todas estas incognitas fueron despejadas, de forma bastante brutal, con el promulgado directo por parte de la Reina y con el apoyo del Concejo Real de un cambio dogmático en todo el país debido a los nuevos tiempos. El anuncio implicaba que debido a que la necrópolis ya no existía, los cultos maliciosos tiempo atrás erradicados, los brujos y hechiceros ahora censados y controlados, los tiempos de guerra y grandes amenazas acabados... era hora de adaptarse a los tiempos de reparación, crecimiento, paz y unidad. De los numerosos cambios a ir desarrollando en la ahora unificada península habían dos dirigidos especialmente a los asuntos religiosos:
-Un primer paso importante para ello es dejar descansar la Inquisición destruida en batalla, la cual solo sería necesaria en tiempos especiales cuando surgieran grupos de maldad y poder particulares. Por ello de momento no habrían visos de reconstruir la Inquisición.
-Un segundo paso aún más importante es la instauración oficial de la permisibilidad de religiones y cultos por todo el país sin establecer unos cultos oficiales por encima de otros. Aquello que ya sucedía en las aldeas y pueblos del Reino podría ser instaurado de forma oficial en las ciudades. Las religiones y cultos por norma general solo requerirían que sus sacerdotes juraran por sus dioses lealtad al Reino además de que estos deberían seguir el Imperio de las Leyes de la Corona.
En contrapunto para los sectores pudientes batalladores de la línea dura afín al antiguo Rokham, los aún supervivientes a las purgas políticas anteriores y a la guerra La Reina aseguró ciertas medidas para asegurar que estos grupos no vieran su existencia en peligro.
El último Gran Inquisidor Superviviente, Lord Bennett Reinhardt, recibiendo grandes prebendas, títulos y tierras se le concede además el título de Pontifice al cargo de los templos de la Triada para asegurar su continuidad como institución religiosa y política. Aún con la inquisición desaparecida Lord Bennett estaría a cargo de recomponer una Legión propia de soldados para disponer con ella al servicio del Reino y en nombre de la Triada.
El nombramiento de Lord Bennett, bien apreciado en todos los círculos militares y religiosos por su larga e intachable lista de logros además de su conocida devoción y religiosidad hacia la Triada pareció calmar algo los ánimos en los círculos de la Triada con promesas de continuidad de la existencia de esta en el Reino pese a la enorme intrusión de las nuevas religiones por todo el país.
Mientras tanto tanto la Tríada como otras religiones empezaban una lucha encarnizada por obtener los templos existentes en las ciudades, con los cultos de la Triada teniendo más devotos en klenth pero perdiendo muchísima fuerza en Lual-Thyr, el clero de Wee-Jaas afianzando su posición en Bayas-Rathu mientras se expandía por el Protectorado, el fanatismo a Kord imperturbable en el Cruce, el culto a Xhumiramaxima siendo imparable en Rym, el culto a Moradin intentando restablecerse en Augusto y convirtiendose Lual-Thyr y Lual-Rhus en el campo de batalla principal de numerosos cultos luchando para adquirir los templos de esas ciudades.
Incluso ya se empieza a oir rumores en las más altas esferas de ideas entre algunos sumos sacerdotes de imponer una representación religiosa superior, un círculo de los cultos con aquellos que posean templos en las ciudades mayores del reino y sobre restablecer relaciones con la nobleza del país además de las grandes casas comerciantes.