Post by titoplauto on Nov 25, 2022 18:04:19 GMT 1
Ficha Amrra
Nombre: Amrra
Raza: Humano
Edad: 38
Estatura: 1,75
Peso: 70
Clase: Druida Sombrío
Deidad: Leira; La dama de la niebla madre de las sombras
Procedencia: El Bosque de la Inmensidad
¿Qué hay más neutral que las sombras? De la balanza que otorga la penumbra emana el equilibrio.
Cuando una jauría de trasgoides te persigue las sombras son tu bien absoluto al ofuscarte en ellas y salvar la vida, pero cuando los trasgoides se esconden en ellas para apuñalarte por la espalda son el eje del mal y cuando nadie se cobija en ellas son el mástil que soporta el equilibrio.
Las sombras son mi devoción y a través de ellas sigo mi camino druídico y de su penumbra extraigo mi poder.
Soy Amrra un Druida Sombrío que vive para servir al equilibrio y la neutra umbría.
Caía la noche en la aldea de Ju Jia, situada al este del Bosque de la Inmensidad antes del denso mar de nombre desconocido..
Poseía dos edificios construidos en piedra en la orilla, las cabañas de los pescadores estaban hechas por finas maderas y paja, unas plataformas de juncos de bambú clavadas a varios metros dentro de la playa, elevaban las chozas en suspensión conforme arreciaban las tenues olas, el bambú chirriaba y las pequeñas cabañas se meneaban al son de la marea, era un buen sitio para dormir, el vaivén de toda la choza recordaba al movimiento de cuna, poco a poco iba desapareciendo el chirriar de los juncos, el sonido del viento que se colaba entre los recovecos mal tapados, el vaivén de la choza… Todo ello se unía a un sentimiento de soledad embriagador, el sueño vencía, los parpados pesaban y sin darte cuenta dormías profundamente hasta que el frió rocío de la mañana acompañado por los primeros rayos del sol eran el iniciador de un nuevo día.
Así era la noche en Ju Jia, muchos eran los que en estos tiempos oscuros no llegaban a sentir el frió de la mañana, a pesar que la noche acompañaba al sueño profundo, no era bueno caer en él, en las noches pasadas oscuros gritos mudos habían sido escuchados, desapariciones de aldeanos y terribles susurros salidos del averno.
Estaba maldita o eso era lo que pensaban sus aldeanos, pequeño asentamiento humilde de pescadores humanos que había tenido mejores épocas, sus preocupaciones más típicas habían sido hordas de barbaros, esclavistas y otros humanos de mal vivir, pero esos miedos del pasado no eran los motivos de las mañaneras habladurías, comentarios de una maldición no de esta tierra.
Miedo, oscuridad, muerte...
Una hombre joven de piel tostada por el soy y una cresta color trigo, con una complexión fuerte y robusta en comparación con los enjutos cuerpos de los pescadores, se encaminaba a un lecho mal preparado para pasar la noche, acompañando el crujir del bambú se desdibujaba el ruido metálico de armas y cintos de cuero atados a la cintura, no era un pescador, era un druida neófito en el confín de esta tierra con alguna misión que solo él sabía.
Se quitó las vainas con su espada corta y su tomahawk dejándolas al lado del lecho apoyadas en la pared, debajo de una manta enrollada que usaba de almohada escondió un estilete fino con alguna extraña ponzoña y una daga curva más gruesa. Después comenzó a desabrocharse las numerosas hebillas de la armadura de cuero tachonado, primero el jubón de cuero, luego las hombreras de hojas secas y madera, guantes, brazales y por ultimo unas pesadas botas de cuero con dos grebas de bronce incrustadas con tachones.
Se tapó con una manta e intento conciliar un sueño ligero, en los últimos días habían desaparecido unos aldeanos de unas chozas no muy lejanas a la suya, si esta noche le tocaba a él, quería despertarse para poder luchar por su vida o por lo menos vender cara su muerte.
A media noche un ruido de pasos le despertó…
Sigiloso como una pantera en la jungla, desenvaino la espada corta, agazapado sin apenas realizar ruido alguno corrió una gruesa cortina que hacía de puerta, oteó a ambos lados, penetrando la mirada en la oscuridad de la noche para percibir alguna sombra que originara el ruido de pasos, al fondo una pequeña figura humanoide se mantenía quieta en la orilla, mirando en su dirección, mirándola a él.
Con mucho cuidado y ya mostrando las armas caminó con cuidado en dirección de la sombra impasible, no podía ir más rápido, sus pasos eran lentos pero sus movimientos de cabeza rápidos, quería tener toda la escena lo más controlada posible, si era una emboscada, mejor verlos venir se dijo.
Cuando llegó a una distancia cercana, la sombra salió a la luz de la luna cobrando forma —Buenas noches Amrra, —. Era una voz débil y vieja, pero que molestaba a los oídos.
Se quedó unos segundos meditando y envainó las armas, adoptó una postura más recta ya no temía a una emboscada, conocía esa voz, odiaba esa voz, muchos recuerdos desagradables inundaron su mente, pero no quiso caer presa de ellos y con voz amenazadora respondió.
—Primero sospeché de esclavistas, o tal vez alguna criatura menor que se hacía pasar por un demonio pero si una bruja despreciable cómo tú esta por aquí el asentamiento está algo más que perdido.
La vieja anciana arrugada dibujó una burlona y terrible sonrisa —Ju Jia está maldito y continuará desapareciendo gente todas las noches hasta que llegue el momento que los desaparecidos regresarán y joven Amrra, no querrás estar aquí cuando eso suceda te lo aseguro. Pero yo no tengo nada que ver con eso, no soy el problema. Pero tengo dos cosas para ti; un regalo y un consejo.
Amrra se frotó la cara masajeándose los parpados e inspiró hondo —No —Respondió categórica. —nada de eso, tú y yo hemos terminado.
—Me perteneces como la azada al granjero, no puedes negarte. Quisiste abandonar tu tierra, ser un druida que ningún nadie decidiera tu futuro y yo te lo di, ahora y hasta que yo decida que nuestro pacto ha terminado eres mío —Alzó la mano y estiró los dedos apuntando a Amrra, los ojos de la Huesuda se tornaron carmesís y un extraño vapor emano de ellos mientras susurraba palabras de poder. El efecto del hechizo no tardó en verse reflejado en el aprendiz de druida; cayó de rodillas sujetándose el estómago no quiso gritar por el dolor pero todo su cuerpo mostraban un sufrimiento interior atroz.
—Querida Amrra esto no tiene porqué suceder, yo ordeno y tú haces caso y el dolor desaparecerá —Amrra palmeó el suelo y cabeceó afirmativamente, la vieja bruja druídica bajo la mano terminando el tormento faérico.
—Levántate y escucha atentamente; viajaras al sur a las tierras que los colonos bautizaron como el reino de Rokham, crecerás en poder y te encargarás de hacer escuchar la voluntad de Leira.
—Yo no sirvo a ninguna deidad, yo sirvo a los poderes de la tierra a las sombras que habitan en ella—. Señaló con rotundidad.
. —Muchacho ignorante y quien te crees que es la madre de las sombras— levantó la mano de nuevo para volver a reproducir el hechizo de dolor —Esto puede alargarse todo lo que quieras, más dolor o la aceptación a mi consejo de vida.
Amrra bajó la mirada al suelo inspiró hondo y cabeceó afirmativamente…
—Buen muchacho, has tomado la decisión correcta y Leira tiene un regalo para ti — Señaló a una sombra cercana. —En las sombras se esconde una poderosa criatura que Leira ha invocado para ti, es un raptor sombrío él te acompañará en tus viajes, es producto de la deidad hijo de la niebla, morirá si es necesario por cuidarte pero no tengas pesar, cada mañana al despertarte dirígete a la sombra más cercana y él estará de nuevo esperándote. Ahora recoge tus bártulos y tú y el raptor viajad al sur y haced lo que he dicho, cuando pasen años y esta conversación solo sea un recuerdo del pasado, cuando olvides mi existencia y tu poder crezca yo acudiré otra vez a ti y… Hablaremos de nuevo.