Post by Gwyn on May 27, 2019 10:31:44 GMT 1
Había pasado un día entero meditando en el templo, tras la prueba de Asgareth, el olor a carne quemada, el dolor perenne marcado en el aire. Se recordó a si mismo sus propias pruebas para llegar a donde estaba, para ser quien era. Cada cicatriz, cada quemadura, cada escarificación y por su puesto cada fractura. Por su mente pasaron mil imágenes de su vida pasada a la vez que se desvanecían como hojas en el viento. Debía vivir el presente, sí. Relen le había advertido, quizá llegaras aquí solo y los demás estén muertos o continúen en su mundo de origen. ¿Por qué le molestaba tanto entonces? Era cierto que no le importaba para nada el destino de su viejo mundo y tampoco la de los demás puños sangrientos, como él, habían sido entrenados y preparados para morir en cualquier momento. No era eso lo que le molestaba, lo que le fastidiaba desde hacía ya varias noches. No era el recuerdo de sus aliados, si no el de sus enemigos.
Se esforzó por recordar claramente la noche del incidente, los paladines de Heironeous que habían asaltado la torre del mago, eso era lo que le molestaba. ¿Cómo se atrevían esos mierdas a atacar en territorio del tirano? ¿Acaso no era evidente el poderío de su fortaleza y de sus hombres? El clérigo anciano de Hextor que había puesto a prueba a Asgareth, en ese momento preciso lo menciono, evoco aquel recuerdo. Era una cuenta pendiente, no había bañado de sangre sus puños con la vida del paladín, la tormenta de energía le había arrancado de su mundo con premura antes de rodear el cuello con sus manos, de romper sus huesos, de oírle gritar el nombre de su Dios. Tenía una cuenta pendiente con su honor, con su código y con Hextor. Debia encontrar respuestas, era claro que en este mundo había muchos paladines, clérigos y seguidores de Heironeous. Pero no podría ser cualquiera, debía cerciorarse. Si la duda obstruía sus pensamientos, nunca lograría alcanzar su meta, su yo perfecto. Tendría que cumplir el encargo de Asgareth, pero también debía cumplir los logros de sí mismo. Lo primero era encontrar alguien adecuado que despejara sus dudas, así que pensó en Stella, la mujer había demostrado inteligencia y según se rumoreaba era una adivina. Si la magia era tan poderosa como traerlo a este mundo, lo seria para escudriñar en el pasado, presente y futuro, para encontrar a su enemigo.
Al otro día se dirigió a la posada de Rym, pues había oído que podría encontrarle allí, cuando llego le recibió una misiva:
Estoy en Klenth y he visitado Luar Thyr, decidme por dónde queréis que empiece y así lo haré.
No hacían falta firmas, ni presentaciones, sabia de quien era y cuál era el motivo. No podría descuidar el trabajo de Hécate, así que busco pluma y tinta y decidió responderle, enviaría el mensaje a Klenth, tenía al hombre correcto para hacerlo, aquel mediano que les había traído desde Bayas, solía hacer ruta, así que no sería problema, le pagaría algunas monedas y le recordaría su “promesa”, sin distraerse más subió a una de las habitaciones y escribió en una hoja de pergamino.
Haces bien, lo primero es observar la situación, no te precipites. Así que comienza en donde estas, Klenth es más idóneo. Deja Luar Thyr para cuando hayas asegurado la primera ciudad. Mi presencia en cualquiera de las dos ciudades podría no solo comprometer la misión, si no arruinarla completamente. Mantén los ojos abiertos, incluso en dichas ciudades hay barrios bajos y gente descontenta. El capitán Bronco os ha dado muy buenas ideas, pero confió más en vuestra propia iniciativa. Mantenme informado, puedes hacerlo con la misma persona que te estoy enviando este mensaje, adjunto a este mensaje, te envió 200 piezas de oro, tendrás que mantenerte allí por un tiempo, así que te serán útiles, no dejes que el mediano te robe y una vez recibas y leas el mensaje, que el fuego arda y se lleve sus palabras.
Tras responder a Hécate y enviarle el mensaje, que tardaría varios días en llegarle, se dispuso a preguntar al posadero por Stella, describiendo su atuendo peculiar…