Post by kindarnakes on May 29, 2019 15:59:20 GMT 1
Era una noche clara en El Cruce, una de esas donde se ven parejitas de enamorados a la luz de las estrellas dándose tímidos besos, y realizando movimientos mas atrevidos. Pero no era eso lo que interesaba a aquel muchacho. No era mas que un ladronzuelo de poca monta, que se movía por las tabernas a robar a los borrachos, y de vez en cuando le sacaba una navaja a alguna parejilla semidesnuda que encontraba. Aquella noche iba muy bien, algún borracho en día de paga que mañana echaría la culpa a haber gastado mas de la cuenta en bebida y una pareja muy joven que se había quedado sin anillo de compromiso, y sin ropa interior de paso, eso era algo para uso personal, Jack mantenía en secreto aquella pequeña costumbre de robar ropa a hombres y mujeres jóvenes.
Pero toda su suerte se acabo cuando giro una esquina. Tal fue el golpe en la nuca, que cuando despertó estaba atado, tirado en el suelo en un callejon sin salida.
- Se despertó el robabragas, que bien. -La que hablaba era una muchacha joven, con el pelo blanco como la nieve.
- ¡¿Pero que cojones?! ¡Suelt...! - De repente lo único que existía para el era un gran dolor en su mandíbula, poco falto para que se mordiera la lengua.
- A ver, aquí las preguntas y las ordenes las voy a dar yo, señor huele bragas. Grita otra vez y te arranco la lengua, ¿entendido? - Justo al acabar la pregunta, Aoi le pego un bofetón, sin mucha fuerza, pero bastante humillante al querer el muchacho responder. - Claro que lo has entendido, porque no lo voy a decir otra vez. Ahora dime como te llamas, chupacalzones.
- Jack - Pronuncio a desganana el muchacho, que apenas sería unos años mayor que Aoi.
- Bien, Jack, esto es sencillo, tu me llevas con tu jefe, ya sabes, el que mueve el cotarro por tu zona, y yo te dejo todos los huesos enteros.
- No, no puedo, me ... me hará algo peor ... - El tono del joven parecía sincero, asustado.
- Bueno, entonces creo que ademas de romperte unos huesos, te voy a dejar por aquí, con esos calzones en la cabeza, que todo el mundo sepa que gusta olerlos, ¿a que huesos les tienes mas aprecio? - Aunque antes de terminar, el dedo indice derecho del joven hizo un sonoro chasquido, partiéndose.
- ¡Ahhhhhh! ¡Para! No, eso no, nadie puede saber, me ... me ... - Antes de poder acabar, el dedo corazón derecho también acabo partido.
- Tu eliges cuando paro, me llevas a tu jefe, y el resto de huesos se quedan enteros, cuando acabe con los de la mano, empiezo con los del brazo, tu veras.
- Es.. esta bien, te llevo, pero para, para de una vez! - Cuando el tercer dedo sonó partiéndose.
Las cuerdas seguían atando las manos del joven, que no llegaría a las dos décadas de edad, mientras guiaba por las calles a Aoi, cada paso que daba, acercándose a una casa aparentemente abandonada, sus piernas temblaban mas. Aunque había intentado correr cuando sintió libres las piernas, un placaje le había hecho desistir, bueno, eso y unos dientes rotos al golpearse de cara contra el suelo.
La casa parecía abandonada, a punto de caerse, no había luz. La madera lucia podrida, la puerta, ya inexistente, las ventanas tapiadas, el tejado tiempo atras cayo, dejando huecos notables. Pero el joven se dirigió hacia una trampilla, tras pasar la puerta, junto a la escalera que no tenia un solo escalón entero, golpeo cuatro veces la madera, dos muy seguidas, otras dos mas pausados. Tras apenas unos segundos, un hombre portando una vela se asomo por el agujero.
- Jack, ¿que haces aquí? -El hombre de unos cuarenta años, pelo cano, barba de varios días, y dentadura negra, destrozada. Al ver a la segunda figura se puso alerta. - ¿Tu quien eres?
- Aoi, vengo a hablar con el jefe de aquí. - Directa, acercándose y apartando a Jack.
El hombre gruñó, pero de dentro vino una voz, madura, pero algo mas joven. -Déjalos pasar.
La portezuela se abrió del todo, y la escalera pudo divisarse bien, el hombre se apartó y Aoi bajo. La estancia era pequeña, en ella había un escritorio, cajas, y varios taburetes, un par de hombres armados estaban jugando a las cartas en una esquina, un tercer hombre, de unos treinta y algo años, presidia el escritorio, con los pies puestos sobre el y una botella en la mano.
- Bienvenida - dijo el hombre en el escritorio, con mucha seguridad, pues los hombres armados ya se estaban moviendo hacia Aoi, quedándose uno a cada lado.
- ¿No había una forma mejor de llegar aquí que destrozarle la cara al pobre Jack?
- Quizá, pero es que me pareció la mas divertida - Aoi se encogió de hombros, pero antes de que el hombre pudiese replicar, soltó una bolsa abierta sobre el escritorio, muchas monedas de oro salieron de ella. - A ver, vayamos al grano, yo quiero gente, cualquiera que sirva, ladrones, hombres de armas, escoria, lo que sea, tu esparces el rumor, yo te pago cada semana una bolsa de esas, mientras aparezca un numero de gente razonable te seguiré pagando hasta que me vaya. Necesito manos, muchas manos, estoy montando una compañía mercenaria. - Los hombres armados amagaron el detenerla hasta que vieron la bolsa con monedas y se quedaron quietos.
El hombre se quedo pensativo, mirando la bolsa, el oro. - Y yo pierdo hombres para que tu te los lleves, déjame pensar ... no.
- Quédate los buenos, yo solo quiero cantidad por ahora, te quito a la masa inútil, a ti, y ademas puedes hacer que la competencia reduzca sus números, pago bien, y contrato a cualquiera, te quito la escoria del medio y encima te llevas oro solo por hacer correr el rumor de que contrato gente, pago bien, y me pueden buscar en la posada, es un buen acuerdo.
Media hora después de entrar, Aoi salia de allí, su cara no reflejaba si el trato había sido el que quería. Pero al menos salia de una pieza.
Pero toda su suerte se acabo cuando giro una esquina. Tal fue el golpe en la nuca, que cuando despertó estaba atado, tirado en el suelo en un callejon sin salida.
- Se despertó el robabragas, que bien. -La que hablaba era una muchacha joven, con el pelo blanco como la nieve.
- ¡¿Pero que cojones?! ¡Suelt...! - De repente lo único que existía para el era un gran dolor en su mandíbula, poco falto para que se mordiera la lengua.
- A ver, aquí las preguntas y las ordenes las voy a dar yo, señor huele bragas. Grita otra vez y te arranco la lengua, ¿entendido? - Justo al acabar la pregunta, Aoi le pego un bofetón, sin mucha fuerza, pero bastante humillante al querer el muchacho responder. - Claro que lo has entendido, porque no lo voy a decir otra vez. Ahora dime como te llamas, chupacalzones.
- Jack - Pronuncio a desganana el muchacho, que apenas sería unos años mayor que Aoi.
- Bien, Jack, esto es sencillo, tu me llevas con tu jefe, ya sabes, el que mueve el cotarro por tu zona, y yo te dejo todos los huesos enteros.
- No, no puedo, me ... me hará algo peor ... - El tono del joven parecía sincero, asustado.
- Bueno, entonces creo que ademas de romperte unos huesos, te voy a dejar por aquí, con esos calzones en la cabeza, que todo el mundo sepa que gusta olerlos, ¿a que huesos les tienes mas aprecio? - Aunque antes de terminar, el dedo indice derecho del joven hizo un sonoro chasquido, partiéndose.
- ¡Ahhhhhh! ¡Para! No, eso no, nadie puede saber, me ... me ... - Antes de poder acabar, el dedo corazón derecho también acabo partido.
- Tu eliges cuando paro, me llevas a tu jefe, y el resto de huesos se quedan enteros, cuando acabe con los de la mano, empiezo con los del brazo, tu veras.
- Es.. esta bien, te llevo, pero para, para de una vez! - Cuando el tercer dedo sonó partiéndose.
Las cuerdas seguían atando las manos del joven, que no llegaría a las dos décadas de edad, mientras guiaba por las calles a Aoi, cada paso que daba, acercándose a una casa aparentemente abandonada, sus piernas temblaban mas. Aunque había intentado correr cuando sintió libres las piernas, un placaje le había hecho desistir, bueno, eso y unos dientes rotos al golpearse de cara contra el suelo.
La casa parecía abandonada, a punto de caerse, no había luz. La madera lucia podrida, la puerta, ya inexistente, las ventanas tapiadas, el tejado tiempo atras cayo, dejando huecos notables. Pero el joven se dirigió hacia una trampilla, tras pasar la puerta, junto a la escalera que no tenia un solo escalón entero, golpeo cuatro veces la madera, dos muy seguidas, otras dos mas pausados. Tras apenas unos segundos, un hombre portando una vela se asomo por el agujero.
- Jack, ¿que haces aquí? -El hombre de unos cuarenta años, pelo cano, barba de varios días, y dentadura negra, destrozada. Al ver a la segunda figura se puso alerta. - ¿Tu quien eres?
- Aoi, vengo a hablar con el jefe de aquí. - Directa, acercándose y apartando a Jack.
El hombre gruñó, pero de dentro vino una voz, madura, pero algo mas joven. -Déjalos pasar.
La portezuela se abrió del todo, y la escalera pudo divisarse bien, el hombre se apartó y Aoi bajo. La estancia era pequeña, en ella había un escritorio, cajas, y varios taburetes, un par de hombres armados estaban jugando a las cartas en una esquina, un tercer hombre, de unos treinta y algo años, presidia el escritorio, con los pies puestos sobre el y una botella en la mano.
- Bienvenida - dijo el hombre en el escritorio, con mucha seguridad, pues los hombres armados ya se estaban moviendo hacia Aoi, quedándose uno a cada lado.
- ¿No había una forma mejor de llegar aquí que destrozarle la cara al pobre Jack?
- Quizá, pero es que me pareció la mas divertida - Aoi se encogió de hombros, pero antes de que el hombre pudiese replicar, soltó una bolsa abierta sobre el escritorio, muchas monedas de oro salieron de ella. - A ver, vayamos al grano, yo quiero gente, cualquiera que sirva, ladrones, hombres de armas, escoria, lo que sea, tu esparces el rumor, yo te pago cada semana una bolsa de esas, mientras aparezca un numero de gente razonable te seguiré pagando hasta que me vaya. Necesito manos, muchas manos, estoy montando una compañía mercenaria. - Los hombres armados amagaron el detenerla hasta que vieron la bolsa con monedas y se quedaron quietos.
El hombre se quedo pensativo, mirando la bolsa, el oro. - Y yo pierdo hombres para que tu te los lleves, déjame pensar ... no.
- Quédate los buenos, yo solo quiero cantidad por ahora, te quito a la masa inútil, a ti, y ademas puedes hacer que la competencia reduzca sus números, pago bien, y contrato a cualquiera, te quito la escoria del medio y encima te llevas oro solo por hacer correr el rumor de que contrato gente, pago bien, y me pueden buscar en la posada, es un buen acuerdo.
Media hora después de entrar, Aoi salia de allí, su cara no reflejaba si el trato había sido el que quería. Pero al menos salia de una pieza.