Post by Gwyn on Jun 4, 2019 13:33:04 GMT 1
Parte Primera: Vigilia y Contemplación
Morían en el ocaso los últimos días de Asprotor de 374, habían sido semanas de preparación, la contemplación y los estudios finales abarcaron todo Ur-pur hasta el fin de los dias de Jhak-len del Athemnul. La pluma y la tinta se mezclaban mientras danzaban en ríos oscuros de palabras sobre multitud de pergaminos, libros y dogmas. El ámbito que mayor daba énfasis Bennett a la luz brillante, era el saber absoluto, así pues, aquellos ríos oscuros de tinta, no era más que luz de la sabiduría de Pholtus plasmadas con diligencia, era su forma de contemplación, meditación y vigilia nocturna a la luz plateada de la luna. Siempre le había inspirado, no solo en devoción, si no que la calida luz nocturna abría y despejaba su mente. Se sentía menos débil, incluso fortalecido por esta. Pero no solo dedicaba su tiempo a las letras, a su vez por el día, afinaba a punto su cuerpo, blandía la espada de mano y media contra los Estafermos de entrenamiento, mientras se acostumbraba al peso de la armadura. Así no solo entrenaba su mente, si también su cuerpo en el perfecto equilibrio, como la ley misma.
Llegado el Epoxnural de Asprotor del 374, el día de la iniciación estaba próximo, se concentró aún más en su fe y su devoción, se le prohibió entrar en contacto con su familia, pues debía templar su carácter, pertenecer a la luz de la ley. Por aquellos días en Ur-pur, mientras despejaba su mente (por la noche como de costumbre) y descansaba el cuerpo del fatigoso entrenamiento diario, se encontraba leyendo en la posada. Cualquiera diría que la obstinación de Bennett superaba los limites pues muchos pensaban que no dormía, la realidad es que administraba muy bien su tiempo y no lo hacía más de lo necesario. Entrada la noche y mientras leía el libro de cubierta plateada, que el mismo había transcrito en celestial para asegurarse de que no tuviese errores, para que los patrones y filigranas estuviesen dibujados correctamente, el estuche plateado donde solía portar los pergaminos salto del entablado redondeado donde se encontraba, rodando por el suelo hacia una misteriosa figura que descansaba y bebía en otra mesa cercana. La mujer también se concentraba ensimismada bajo las páginas de un libro, sus manos manchadas de tinta pasaban las páginas que leían unos intensos ojos dorados. Cuando Bennett se acercó, esta le dirigió la mirada y le sonrió radiante.
El hombre, poso sus ojos verdes sobre ella y la saludo con seriedad, aunque con respeto y caballerosidad. Fuese o no por empatía, se acercó a ella y entablaron una conversación que duro horas, si bien aquella mujer hablaba de forma extraña y denotaba que toda palabra fuese nueva para ella. Había algo familiar en ella, si en sus ojos o en su adicción en el saber. Ella le comento que estaba haciendo un mapa del cielo y de las estrellas. Cosa que fascino a Bennett el cual lo tomo una señal. Desde joven, siempre había sentido admiración, empatía y devoción por los astros, por la luna, el sol de plata y las estrellas, cuyos escritos describían como arcontes y servidores devotos de los Dioses, en este mundo y otros planos. La charla derivo en el estado de la luna en Theia y en otros aspectos menos mundanos, los puntos de vista se cruzaban en practico y religioso, ella sentía curiosidad por las lunas bordadas en la túnica y dibujadas en los libros, el debate se tornaba de cualquier forma beneficioso. Así pues, el joven, prometió aportar sus conocimientos sobre el mundo de Theia, los apuntes que tenía sobre el cielo. Aquella noche acabo y Bennett continuo su rutina de preparación, pronto tendría que acudir a la vigilia y la charla con Luminaris tendría que esperar. Días después como prometió le llevo a la misma posada los apuntes que guardaba, la mujer los examino en una mezcla de sana curiosidad y exaltación.
Llegado el Epoxnural de Asprotor del 374, el día de la iniciación estaba próximo, se concentró aún más en su fe y su devoción, se le prohibió entrar en contacto con su familia, pues debía templar su carácter, pertenecer a la luz de la ley. Por aquellos días en Ur-pur, mientras despejaba su mente (por la noche como de costumbre) y descansaba el cuerpo del fatigoso entrenamiento diario, se encontraba leyendo en la posada. Cualquiera diría que la obstinación de Bennett superaba los limites pues muchos pensaban que no dormía, la realidad es que administraba muy bien su tiempo y no lo hacía más de lo necesario. Entrada la noche y mientras leía el libro de cubierta plateada, que el mismo había transcrito en celestial para asegurarse de que no tuviese errores, para que los patrones y filigranas estuviesen dibujados correctamente, el estuche plateado donde solía portar los pergaminos salto del entablado redondeado donde se encontraba, rodando por el suelo hacia una misteriosa figura que descansaba y bebía en otra mesa cercana. La mujer también se concentraba ensimismada bajo las páginas de un libro, sus manos manchadas de tinta pasaban las páginas que leían unos intensos ojos dorados. Cuando Bennett se acercó, esta le dirigió la mirada y le sonrió radiante.
El hombre, poso sus ojos verdes sobre ella y la saludo con seriedad, aunque con respeto y caballerosidad. Fuese o no por empatía, se acercó a ella y entablaron una conversación que duro horas, si bien aquella mujer hablaba de forma extraña y denotaba que toda palabra fuese nueva para ella. Había algo familiar en ella, si en sus ojos o en su adicción en el saber. Ella le comento que estaba haciendo un mapa del cielo y de las estrellas. Cosa que fascino a Bennett el cual lo tomo una señal. Desde joven, siempre había sentido admiración, empatía y devoción por los astros, por la luna, el sol de plata y las estrellas, cuyos escritos describían como arcontes y servidores devotos de los Dioses, en este mundo y otros planos. La charla derivo en el estado de la luna en Theia y en otros aspectos menos mundanos, los puntos de vista se cruzaban en practico y religioso, ella sentía curiosidad por las lunas bordadas en la túnica y dibujadas en los libros, el debate se tornaba de cualquier forma beneficioso. Así pues, el joven, prometió aportar sus conocimientos sobre el mundo de Theia, los apuntes que tenía sobre el cielo. Aquella noche acabo y Bennett continuo su rutina de preparación, pronto tendría que acudir a la vigilia y la charla con Luminaris tendría que esperar. Días después como prometió le llevo a la misma posada los apuntes que guardaba, la mujer los examino en una mezcla de sana curiosidad y exaltación.
Conforme las horas pasaban, Bennett le explico que el resto de los apuntes los tenía en casa, pero no podría ir. De esta forma Stella se interesó por la procedencia de él joven, especialmente a la mención de su madre, cuya sabiduría e inteligencia había sido parte fundamental de la preparación de Bennett. Este le entrego una carta para su madre, en donde le explicaba que Stella iría para allá, narrándole que le ayudase en su proyecto, compartiendo sus apuntes, además quizá sería de gran ayuda para ella. Mientras hablaban, accedió a la posada otra mujer, de gran altivez y porte marcial, sus cabellos del color del trigo parecía por momentos oro blanco ondeando en el viento.
Por un instante, Bennett pensó que era parte de la inquisición de la ciudad, enviada por el Templo a investigar algún asunto en la posada. Más le sorprendió cuando Luminaris le saludo, como quien saluda a un amigo. Cuando la mujer se acercó, le pareció adecuado saludarle en conformidad, sin duda era un soldado y apoyaba a la inquisición, más no era de Klenth y solo estaba allí de paso. La mujer se presentó como Tanya de la Casa Shenkevar de Lual Thyr, fiel al dogma de Daern la imperecedera, una deidad ascendida del orden y la custodia. Las presentaciones derivaron en conversaciones teológicas y políticas. De cierta forma a Bennett le agrado la mujer, aunque no lo reflejara en su rostro, este casi nunca reflejaba un gesto sonriente y pese a que demostraba una personalidad magnética a la hora de hablar, lo hacía de forma metódica, e incluso bajo la boca de algunos, aburrida, más la mujer demostraba estar de acuerdo con muchos de sus comentarios y el también sintió cierta afinidad hacia sus métodos. De cierta forma el estar alejado de la familia y abrirse al mundo le había resultado beneficioso, entendiendo que esta era la voluntad de Pholtus, de alguna forma supo que sus caminos se cruzarían de nuevo tarde o temprano.
Los días pasaron, y sin más distracciones hacia los preparativos finales, estudiando cada artículo, cada ley y cada dictamen del Templo, orando por la noche antes del amanecer. En los últimos días de Jhak-len del Epoxnural, en los llamados días de reflexión, se preparó para la vigilia. Una misiva ordenaba su presencia ante el del templo. Aquella noche, muchos pensamientos afloraron en su mente, su pasado en la finca Reinhardt, la relación hacia su familia, su preparación, su promesa a la luz brillante cuando apenas era un niño. Supuso que para eso servía la reflexión hacia la vigilia, pues de la nada estos pensamientos iban, venían y se agolpaban en su mente. Sin más compañía que el bastón metálico que portaba casi siempre como señal de devoción a Pholtus; las horas pasaron y pronto llegó el amanecer, el observador del templo hizo un llamado y el joven Reinhardt le siguió. Había llegado aquel momento, el Juicio del Dios Polthus.
Por un instante, Bennett pensó que era parte de la inquisición de la ciudad, enviada por el Templo a investigar algún asunto en la posada. Más le sorprendió cuando Luminaris le saludo, como quien saluda a un amigo. Cuando la mujer se acercó, le pareció adecuado saludarle en conformidad, sin duda era un soldado y apoyaba a la inquisición, más no era de Klenth y solo estaba allí de paso. La mujer se presentó como Tanya de la Casa Shenkevar de Lual Thyr, fiel al dogma de Daern la imperecedera, una deidad ascendida del orden y la custodia. Las presentaciones derivaron en conversaciones teológicas y políticas. De cierta forma a Bennett le agrado la mujer, aunque no lo reflejara en su rostro, este casi nunca reflejaba un gesto sonriente y pese a que demostraba una personalidad magnética a la hora de hablar, lo hacía de forma metódica, e incluso bajo la boca de algunos, aburrida, más la mujer demostraba estar de acuerdo con muchos de sus comentarios y el también sintió cierta afinidad hacia sus métodos. De cierta forma el estar alejado de la familia y abrirse al mundo le había resultado beneficioso, entendiendo que esta era la voluntad de Pholtus, de alguna forma supo que sus caminos se cruzarían de nuevo tarde o temprano.
Los días pasaron, y sin más distracciones hacia los preparativos finales, estudiando cada artículo, cada ley y cada dictamen del Templo, orando por la noche antes del amanecer. En los últimos días de Jhak-len del Epoxnural, en los llamados días de reflexión, se preparó para la vigilia. Una misiva ordenaba su presencia ante el del templo. Aquella noche, muchos pensamientos afloraron en su mente, su pasado en la finca Reinhardt, la relación hacia su familia, su preparación, su promesa a la luz brillante cuando apenas era un niño. Supuso que para eso servía la reflexión hacia la vigilia, pues de la nada estos pensamientos iban, venían y se agolpaban en su mente. Sin más compañía que el bastón metálico que portaba casi siempre como señal de devoción a Pholtus; las horas pasaron y pronto llegó el amanecer, el observador del templo hizo un llamado y el joven Reinhardt le siguió. Había llegado aquel momento, el Juicio del Dios Polthus.