Post by kindarnakes on Jul 21, 2019 17:59:21 GMT 1
Hace tiempo que llevo dándole vueltas a algo simple, pero a la vez absurdamente complejo. Sabemos que hay materiales que pueden reaccionar a la magia y a las diversas energías de forma variada, de hecho, los usamos como componentes materiales para conjurar. Por otro lado, usamos conjuros para modificar la esencia misma de los objetos. En esto se basa mi teoría, si los objetos pueden ser sensibles o canalizadores de las energías arcanas, ¿por qué no crear un cristal que pueda mostrarnos las emanaciones mágicas del entorno? Un tipo de detección que no dependería de la magia de adivinación, que desde el principio me creo dudas e incertidumbres acerca de su fiabilidad.
Así empecé hace tiempo a trabajar con lentes a través de las cuales quería ver la magia del entorno. La teoría era simple, si una lente puede separar la luz en colores, podríamos hacer lo mismo con las emanaciones mágicas, hacer que al atravesar una lente, se hagan visibles proyectando una pequeña luz. Pero no funcionaba, al intentar hacer que la lente fuese receptora de la energía mágica, explotaba. No fue muy agradable aquella primera vez, acabe con cristales incrustados por la piel de la cara, me llevo semanas encontrarlos todos y cerrar los pequeños cortes.
Pensé que tal vez podríamos hacer que una gema translucida que sea medianamente conductora, como el cuarzo, nos dejara transmutarla de forma que absorba las energías y las proyecte. No resulto, esta vez estaba preparado para que estallase, pero no lo hizo, se calentó y se derritió, dejo un bonito agujero en el escritorio.
Parecido resultado con otras gemas que me costaron mucho dinero, como diamantes, rubís y zafiros. No era buena idea, al atrapar la emanación mágica la gema se calentaba al exceso. Me quedaba sin ideas, y mi bolsillo no estaba muy lleno en ese momento, tuve que dejarlo una temporada.
Cuando cayo en mis manos aquella gema, era distinta a lo que había visto antes, era un objeto que podía soportar la magia, mucho mas que cualquiera que vi antes. Parecía una lagrima, una lagrima grisácea. Lo intenté, pronuncié la letanía, aquella orden a las energías que me rodeaban para que la esencia misma del objeto cambiase de forma sencilla, para que recogiese la emanación del entorno y proyectase luz acorde a lo que había cerca, el conjuro sencillo de transmutación esta vez dio un resultado esperado, si, un resultado demasiado esperado, esta vez la gema no se derritió, no, brillo más que el mismo fuego. Era demasiado sensible, y contra mas absorbía, mas brillaba. No era la forma correcta.
Tras el accidente, tuve de nuevo tiempo para pensar, sentado en aquella nueva casa se me ocurrió otra cosa, pronuncié aquellas palabras, escogidas mientras reunía la energía del entorno con la gema en mis manos:
- Any, exonich xoni lieraivie che imiyirastune tyi dron huiechuntyety, dri yhutyiray xoni stelipounimy. Etyebadredri, myi liunmy yviymy, tyivie xoni che iraihukune dri edrhuefiunimyi an lionimydrhueche.
Esta vez, la gema cambio, sí, y mostraba un brillo blanquecino, rebosante de energía, pero la energía atravesaba la gema, no era retenida, el brillo no se incrementaba por momentos, sino por la fuerza de la energía que pasaba a través de ella. Pero no había acabado, aún faltaba algo más. Lo deje por aquella noche.
No fue hasta dos días después que se me ocurrió el posible toque final, claro, si grababa los símbolos de cada escuela y lo canalizaba, podría hacer que brillasen de diferente forma. Aunque tarde unas horas en preparar la gema, lo conseguí sin demasiada dificultad, aunque la lentitud era una consecuencia del accidente.
- Any, exonich xoni lieraivie che imiyirastune tyi dron huiechuntyety, dri yhutyiray xoni stelipounimy. Etyebadredri, myi liunmy yviymy, tyivie xoni che iraihukune dri edrhuefiunimyi an lionimydrhueche. Tyunfiuntyi che ilieraestunyra, lionimydrhueche, iramyiñeliiche, pohuunchche.
La gema de nuevo brilló, esta vez, los colores se hacían notar, y el símbolo de cada escuela brillaba. Lo había conseguido al fin. Tras meses de trabajo, este era solo el primero de muchos que rondaban en mi mente, pero por fin era una realidad y dejaba de ser una idea.
Así empecé hace tiempo a trabajar con lentes a través de las cuales quería ver la magia del entorno. La teoría era simple, si una lente puede separar la luz en colores, podríamos hacer lo mismo con las emanaciones mágicas, hacer que al atravesar una lente, se hagan visibles proyectando una pequeña luz. Pero no funcionaba, al intentar hacer que la lente fuese receptora de la energía mágica, explotaba. No fue muy agradable aquella primera vez, acabe con cristales incrustados por la piel de la cara, me llevo semanas encontrarlos todos y cerrar los pequeños cortes.
Pensé que tal vez podríamos hacer que una gema translucida que sea medianamente conductora, como el cuarzo, nos dejara transmutarla de forma que absorba las energías y las proyecte. No resulto, esta vez estaba preparado para que estallase, pero no lo hizo, se calentó y se derritió, dejo un bonito agujero en el escritorio.
Parecido resultado con otras gemas que me costaron mucho dinero, como diamantes, rubís y zafiros. No era buena idea, al atrapar la emanación mágica la gema se calentaba al exceso. Me quedaba sin ideas, y mi bolsillo no estaba muy lleno en ese momento, tuve que dejarlo una temporada.
Cuando cayo en mis manos aquella gema, era distinta a lo que había visto antes, era un objeto que podía soportar la magia, mucho mas que cualquiera que vi antes. Parecía una lagrima, una lagrima grisácea. Lo intenté, pronuncié la letanía, aquella orden a las energías que me rodeaban para que la esencia misma del objeto cambiase de forma sencilla, para que recogiese la emanación del entorno y proyectase luz acorde a lo que había cerca, el conjuro sencillo de transmutación esta vez dio un resultado esperado, si, un resultado demasiado esperado, esta vez la gema no se derritió, no, brillo más que el mismo fuego. Era demasiado sensible, y contra mas absorbía, mas brillaba. No era la forma correcta.
Tras el accidente, tuve de nuevo tiempo para pensar, sentado en aquella nueva casa se me ocurrió otra cosa, pronuncié aquellas palabras, escogidas mientras reunía la energía del entorno con la gema en mis manos:
- Any, exonich xoni lieraivie che imiyirastune tyi dron huiechuntyety, dri yhutyiray xoni stelipounimy. Etyebadredri, myi liunmy yviymy, tyivie xoni che iraihukune dri edrhuefiunimyi an lionimydrhueche.
Esta vez, la gema cambio, sí, y mostraba un brillo blanquecino, rebosante de energía, pero la energía atravesaba la gema, no era retenida, el brillo no se incrementaba por momentos, sino por la fuerza de la energía que pasaba a través de ella. Pero no había acabado, aún faltaba algo más. Lo deje por aquella noche.
No fue hasta dos días después que se me ocurrió el posible toque final, claro, si grababa los símbolos de cada escuela y lo canalizaba, podría hacer que brillasen de diferente forma. Aunque tarde unas horas en preparar la gema, lo conseguí sin demasiada dificultad, aunque la lentitud era una consecuencia del accidente.
- Any, exonich xoni lieraivie che imiyirastune tyi dron huiechuntyety, dri yhutyiray xoni stelipounimy. Etyebadredri, myi liunmy yviymy, tyivie xoni che iraihukune dri edrhuefiunimyi an lionimydrhueche. Tyunfiuntyi che ilieraestunyra, lionimydrhueche, iramyiñeliiche, pohuunchche.
La gema de nuevo brilló, esta vez, los colores se hacían notar, y el símbolo de cada escuela brillaba. Lo había conseguido al fin. Tras meses de trabajo, este era solo el primero de muchos que rondaban en mi mente, pero por fin era una realidad y dejaba de ser una idea.