Post by Gwyn on Aug 30, 2019 9:12:01 GMT 1
Acto I: El Hilo de Plata
Tras los últimos sucesos acaecidos en Luar Thyr, el joven Bennett se dispuso a tomarse un pequeño descanso de la rutina, por alguna razón encontraba agradable la tranquilidad del Hilo de Plata, pese a los últimos acontecimientos no tan gratos, se dirigía allí, además instintivamente quería comprobar el estado de la misma y de los testigos. Le ordeno a Liliane que se reuniera con él allí el día anterior. Los días pasaban con lentitud durante la investigación que llevaba a cabo con ayuda de Jace, Luminaris y Shenkevar. Toda la información reunida, los sucesos, testigos, y pruebas iban y venían rondando su cabeza una y otra vez de forma fugaz, debía entenderlos, comprenderlos, si le preguntaran hace unos días si esperaba que todos estos eventos hubiesen sido de tal magnitud, lo habría negado. Más, sin embargo, allí se encontraba, dubitativo y pensante. Analizando cada escena, trama e intriga habida o por venir. Cuando se dio cuenta estaba de pie frente a Anabelle la posadera del Hilo de Plata, a la que tan solo unas horas antes el mismo había interrogado respecto al ataque sucedido en la posada. La mujer le atendía como de costumbre, tomaba notas de lo que decía. Pero le miraba de otra manera. Bennett supuso que no era cómodo que a uno le interrogasen tras un ataque a la posada que regentas. Pero el deber es algo sagrado, y las leyes son absolutas en ese sentido, por lo que ya estaba acostumbrado a esos tratos diferentes e incluso distantes. La mezcla de miedo y respeto con el que le trataba parecía como si el mismo Bennett fuese un tirano, que trabaja para una organización mayormente opresiva. No dejaba de disculparse y asentir, como si el ataque a su propia posada, fuese su culpa.
Aquello le llego a incomodar, pero lo supero rápidamente. Si le disgustara cada trato diferente por cumplir con su deber, pensó, entonces no tendría vida. La mujer le ofreció con una melosa amabilidad, una botella del mejor vino traído de Luar Rush, el hombre la observo fijamente y está, bajo la mirada. No pudo evitar arquear una ceja y preguntarle.
Aquello le llego a incomodar, pero lo supero rápidamente. Si le disgustara cada trato diferente por cumplir con su deber, pensó, entonces no tendría vida. La mujer le ofreció con una melosa amabilidad, una botella del mejor vino traído de Luar Rush, el hombre la observo fijamente y está, bajo la mirada. No pudo evitar arquear una ceja y preguntarle.
—¿Está todo bien? ¿Todo correcto? —debía tener certeza de que todo fuese bien y estuviese en orden. Observo la posada de forma instintiva y estaba tranquila, concurrida como de costumbre. La mujer levanto la vista y regreso a su tono y amabilidad habituales de golpe.
—Sí, todo va bien — exclamo sonriente. —¿Por qué no se acomoda? Le traeré lo que requiera. —
Mientras evaluaba la actitud de Anabelle, llevo, por costumbre ya, su diestra al libro de cubierta metálica plateado atado a la cintura con eslabones, en cuyo relieve dos lunas superpuestas se pueden apreciar, la selene más pequeña y levemente azulada, descansaba sobre una luna más grande y circular, aquel, además del bastón de plata, era el símbolo de su devoción, un escudo y un arma del saber de la luz inflexible. Por alguna razón, este acto no pasó desapercibido por Anabelle, que le observaba nerviosa y tragaba saliva. Sin más que hacer, Bennett se retiró al reservado dándole las gracias por su tiempo y por su colaboración hacia unas noches tras el ataque, después de todo, la cortesía nunca estaba de más, además de señalarle que, si alguien le venía a buscar, le indicara donde estaba.
Bennett se acomodó en la zona más abierta, el mismo lugar en donde les habían atacado y en donde hacia solo unos días, había sido testigo mudo del poder sagrado de los Dioses y su juicio. Mientras recordaba aquello, y sostenía el bastón como pilar de fe, su espada reposaba en su cintura, mientras que el escudo atado a su espalda lo hacia abajo la capa también plateada. No había querido venir desarmado y vulnerable. No era común para él, en sus momentos de descanso visitar la posada como si fuese a la guerra, pero, también era cierto que Liliane no había aparecido a la hora indicada para ayudarle a retirar las correas y las cinchas. De cualquier forma, la esperaría allí. Pasados unos minutos, se acercó a él, un paje bastante joven y bien arreglado. Le sirvió con una educación exquisita una copa de vino, decorada y muy fina. Le pregunto que deseaba comer, usando la palabra “distinguido caballero” que le saco de su ensimismamiento. Bennett observo al hombre sin dar crédito a lo que oía y con su típico gesto estoico le respondió.
El Hilo de Plata, posada del barrio noble de Luar-Thyr
—Fruta y una bandeja de queso, para dos. — Al tiempo que le respondía, pensó, que fuera de su propio interrogatorio, a Anabelle debieron haberle dicho o hecho algo.
El paje, asintió haciendo una reverencia tan cuidada y una sonrisa tan ensayada. Que a Bennett se le antojo muy exagerada.
—Toda voluntad de los escogidos bajo el pináculo de Pholtus, será atendida como merece, Caballero de la inquisición. — Le respondió el paje, de forma tan melosa, que Bennett no pudo evitar abrir mucho los ojos y arquear las cejas, hasta que estas se perdieron en la tupida pollina rojiza de su cabello. Se quedó pensativo y en ese momento deseo que llegara Liliane, al menos la chica, era fiel a él, pero no hipócrita, se debía a la luz brillante y no a las apariencias. No obstante, en se precisó momento recordó que no la había visto en las oraciones matutinas y era extraño en ella, además nunca desobedecía una orden y no estaba allí. Mientras pensaba en eso, la puerta de la posada se abrió con tal estruendo que el paje se giró con violencia y Anabelle emitió un grito ahogado, producto de la paranoia generalizada que había provocado el ataque noches atrás.
Varios pasos metálicos se hicieron presentes y resonaron en la entrada, Bennett se incorporó de golpe, echando mano a la bastarda, aunque sin desenvainarla, se quedó en guardia y cuando la figura desconocida se acercó a la barra, la reconocido. Era Liliane, venia agitada y al acercarse a la barra a este le sorprendo que casi gritando le pidió a Anabelle su ubicación. Bennett no daba crédito a lo que veía y oía ¿acaso la gente se había vuelto loca? Frunció el ceño y resoplo levemente con molestia, al tiempo que Anabelle ya paranoica señalaba a Bennett. Cuando Liliane se giró, el sacerdote pudo ver a su escudera pálida como una hoja de papel y respirando fuertemente. El hombre se aseguró de comprobar su integridad física, y no sabía si reprenderle por sus formas o preguntarle que sucedía. Opto por lo primero, pero añadió lo segundo también, clavando su férrea mirada sobre su persona.
Varios pasos metálicos se hicieron presentes y resonaron en la entrada, Bennett se incorporó de golpe, echando mano a la bastarda, aunque sin desenvainarla, se quedó en guardia y cuando la figura desconocida se acercó a la barra, la reconocido. Era Liliane, venia agitada y al acercarse a la barra a este le sorprendo que casi gritando le pidió a Anabelle su ubicación. Bennett no daba crédito a lo que veía y oía ¿acaso la gente se había vuelto loca? Frunció el ceño y resoplo levemente con molestia, al tiempo que Anabelle ya paranoica señalaba a Bennett. Cuando Liliane se giró, el sacerdote pudo ver a su escudera pálida como una hoja de papel y respirando fuertemente. El hombre se aseguró de comprobar su integridad física, y no sabía si reprenderle por sus formas o preguntarle que sucedía. Opto por lo primero, pero añadió lo segundo también, clavando su férrea mirada sobre su persona.
—¿qué sucede Liliane? ¿Qué son esas formas? — Articulo Bennett son severidad sin apartar la mirada de la chica. Este pudo ver que aparentemente se encontraba bien, la chica observo al clérigo.
—Yo ehh, me disculpo por mi mala educación. —dijo la chica con sinceridad, mientras trataba de domar con una mano su cabello alborotado. —Es un asunto privado.— Bennett simplemente la observo en silencio, creando un vacío incómodo. Liliane sabía que aquella mirada era de reproche; una mirada helada que siempre la ponía nerviosa, pues ante un gesto netamente estoico, este, hacia infinidad de preguntas. Finalmente, el joven sacerdote señalo el reservado a una Liliane que parecía al borde de un ataque de ansiedad, Liliane solía ser una persona de firmeza innegable, una voluntad de hierro y una actitud calmada, por lo que aquella actitud, alerto a Bennett. Este último se giró lo suficiente para clavar esa misma mirada en Anabelle, que ya de por si salía loca y ordenarle que nadie los molestara. Anabelle, derrumbada bajo la presión, asintió y literalmente se esfumo en dirección a las cocinas, dejando a un encargado. Liliane avanzo hacia donde se le indico y sin pedirlo si quiera, cerro las cortinas para quitar la visibilidad.
—Yo ehh, me disculpo por mi mala educación. —dijo la chica con sinceridad, mientras trataba de domar con una mano su cabello alborotado. —Es un asunto privado.— Bennett simplemente la observo en silencio, creando un vacío incómodo. Liliane sabía que aquella mirada era de reproche; una mirada helada que siempre la ponía nerviosa, pues ante un gesto netamente estoico, este, hacia infinidad de preguntas. Finalmente, el joven sacerdote señalo el reservado a una Liliane que parecía al borde de un ataque de ansiedad, Liliane solía ser una persona de firmeza innegable, una voluntad de hierro y una actitud calmada, por lo que aquella actitud, alerto a Bennett. Este último se giró lo suficiente para clavar esa misma mirada en Anabelle, que ya de por si salía loca y ordenarle que nadie los molestara. Anabelle, derrumbada bajo la presión, asintió y literalmente se esfumo en dirección a las cocinas, dejando a un encargado. Liliane avanzo hacia donde se le indico y sin pedirlo si quiera, cerro las cortinas para quitar la visibilidad.
Bennett no dijo nada, se plantó frente a ella, con la vista hacia las cortinas y dando la espalda a la pared, mientras Liliane se postraba frente a él en actitud firme, la zurda detrás de la espalda y la diestra sobre el pecho respetuosa, aunque su pecho se ensanchaba y contraía de forma irregular.
—¿y bien? — pregunto Bennett lacónico. La chica intento articular palabra, pero solo boqueaba y como pudo, solo dijo —So… solicito sentarme. — Bennett, que seguía con su mirada clavada en ella, le respondió como un maestro que enseña a su alumno.
—¿y bien? — pregunto Bennett lacónico. La chica intento articular palabra, pero solo boqueaba y como pudo, solo dijo —So… solicito sentarme. — Bennett, que seguía con su mirada clavada en ella, le respondió como un maestro que enseña a su alumno.
—Cálmate y respira. Debes aprender a mantener la compostura, incluso en situaciones estresantes. Pon en orden tus ideas y entonces habla. — señalo Bennett y se quedó mirándola creando de nuevo ese vacío de silencio incómodo. Cuando la chica le miro y asintió, este señalo el sofá —toma asiento — y el mismo se sentó en el de enfrente. Liliane dio tres pasos cortos y se sento en el sofá con tal brusquedad que la madera crujió con el peso añadido de la armadura, volvió a recolocarse el cabello nerviosa y se quedó mirando el suelo, mientras en silencio negaba sin articular palabra alguna.
Anabelle; La posadera del Hilo de Plata
Bennett, ya un poco harto, no sabía si intentar calmarla, gritarle o abofetearla. Pero tales ideas se convirtieron en otro consejo y una pregunta añadida.
—Si es importante, debes hablar. Imagina que sea una situación de emergencia y tú no eres capaz de articular palabra. — le dijo el joven clérigo, con calma sombría. Lo cierto es que para la edad que tenía, Bennett era bastante maduro y su tono de voz era autoritario por naturaleza.
—Es gravísimo — dijo Liliane, mientras ya más calmada recuperaba el color del rostro y su tono habitual.
—Permíteme que me explique, es algo que os afecta directamente. — Bennett arqueo una ceja y con un gesto de la mano, le invito a explicarse. —Por favor, explícate, llevo queriendo que lo hagas desde que llegaste. — la chica asintió, cogió aire y tras frotarse el rostro, finalmente comenzó a hablar.
—Estos días se me han asignado diferentes responsabilidades en el templo de Pholtus, en los muelles, tras la reunión del conclave; tareas de rectitud y humildad. — Lo cual era una forma amable de Liliane, para referirse a los trabajos de limpieza del templo.
—Estuviste radiante junto a Sir Nolus en el concilio de Bayas Rathu — dijo Liliane, más emocional y en un modo que denotaba admiración hacia Bennett. — No sé si hice algo mal — comento en tono aprensivo, ya que no era idiota. —Pero no es importante, lo importante es lo que descubierto esta mañana. — Liliane observo a Bennett esta vez sin bajar la mirada.
El gesto estoico de Bennett iba acompañado de la típica expresión de fruncir el ceño con levedad o arquear las cejas, aquel día de por sí ya era raro. —Continua y ya luego evaluamos si es o no tu culpa—comento sin acritud.
—Yo, estaba tratando los antiguos muebles del templo, cuando he descubierto debajo de los mismos, una carta lacrada con el sello de Luar Thyr, el rostro del Rey Pio Rokkam I, era una misiva real. — Explico Liliane, mientras se cogía ambas piernas con nerviosismo. —Lo juro por la sangre de mi familia ¡no quería leerla! Pero el sello ya estaba abierto… Dioses. — la mujer enterró su rostro entre ambas manos, como si hubiese cometido un pecado mortal.
—Lo hecho, hecho esta. —señalo Bennett aunque frunció ligeramente el ceño. —¿a quién iba dirigida? — pregunto.
—Es que vi vuestro nombre, estaba dirigida a vos y por un acto de inconsistencia, se había perdido ahí. —explico.
—¿y si estaba dirigida a mi ¿Por qué el sello estaba roto? — se apresuró a preguntar el sacerdote.
—No lo sé, quizá fue mal tratada. Cuando la he visto, he pedido audiencia inmediatamente con el venerable Tiberios Crassus. —
Tomo Sagrado de Pholtus; Bennett siempre lo lleva consigo
Bennett conocía bien ese nombre, Tiberios Crassus, es el capellán del templo de Pholtus y el hombre encargado de asignarle sus tareas habituales, es quien le dio el permiso para investigar los sucesos en Luar Thyr y quien, con no muy buenos ojos; en su momento le señalo como “el novato entrometido de Klenth.
—Dime que no le diste la misiva… — pregunto Bennett, aunque ya conocía la respuesta.
—Según la ley secular, toda documentación debe ser tratada y supervisada por los sacerdotes y ellos administran los mensajeros hacia sus respectivas personas; y al ser un documento real… no podía, no debía... — señalo Liliane. Bennett la observo y asintió, él lo sabía.
—Somos gente atada a las leyes inflexibles, lo comprendo. —aunque no por ello le gustaba lo que había oido.
—os juro que he implorado por entregárosla, pero el Venerable se ha negado en rotundo, él, al igual que otros contestables son los encargados de los asuntos del templo, era mi obligación enseñarle el documento, pues me debo a la ley de Pholtus. — respondió afligida, como si tratara de justificarse. Lo cierto es que Bennett la comprendía mejor que nadie, y apoyaba su resolución.
—Lo sé — le tranquilizo. —¿Qué te ha dicho el venerable exactamente que hicieras? —volvió a preguntar Bennett.
—Estaba muy molesto, Me ha culpado directamente de un asunto de estado, pero tras narrarle lo sucedido, finalmente me ha perdonado y me dijo que él se encargaría personalmente, pues quería protegeros. — No era un secreto que el venerable Tiberios, despreciaba a Liliane por su condición y no lo ocultaba. Bennett asintió, aunque no sin una suspicacia secreta y gris. Aquel día se le habia asignado a Liliane el doble o incluso el triple de tareas en el templo.
—He intentado avisaros, pero no podía salir del templo. Se me ordeno acabar con las tareas primero. —
Bennett observo a Liliane con un gesto tan frio, que parecía que podría helar la chimenea su lado. La verdad es que no era contra ella, sino por las circunstancias. Sin embargo Liliane bajo la mirada.
—Entonces debería ir y hablar con él — dijo Bennett, a lo que Liliane respondió. —Sí, he ido a las caballerizas y he alquilado los destreros más rápidos de la región, están afuera, he venido con ellos cabalgando como una loca. Perdonadme, dadas las circunstancias no he podido actuar de otra manera, no quería que nada os perjudicase— Dijo nerviosa removiéndose en el asiento.
—Liliane, serénate, has hecho lo que debías; agradezco vuestra lealtad. — y la verdad es que lo hacía. La chica se incorporó y dijo —Los caballos están preparados — Bennett, se incorporó también —En ese caso pongámonos en marcha de inmediato. — cuando Liliane se puso en marcha Bennett volvió a hablar y esta, paro en seco, girándose para verle.
Liliane de Farris
—Liliane de Farris… Eres MI escudera, no importa lo que digan los demás. Es la voluntad de Photus y es mi deber enaltecer la promesa que hice en Klenth, tenlo en mente. — Tras estas palabras, la chica asintió levemente y ambos salieron del Hilo de plata, la mujer le ayudo a subir al caballo, una yegua preciosa de gran tamaño y vestida de forma elegante con un tabardo. Cuando ambos estuvieron sobre los caballos, comenzaron a galopar de forma peligrosamente rápida por las calles de la ciudad en dirección al templo. Bennett no pudo evitar fijarse en que los guardias estaban despejando las calles más transitadas como si hubiesen recibido un aviso, a la vez Liliane gritaba a los civiles más despistados para que se alejaran. Cuando se quiso dar cuenta, estaban frente al templo de la triada, habían llegado ridículamente rápido. Aunque Bennett se seguía preguntando, que era lo que pasaba con ese día tan extraño.