Había llegado la hora de cumplir con la palabra dada. Preguntando aquí y allá, en las posadas, se sucedieron los últimos dias. Finalmente un tipo larguirucho, todo fibra... me dió lo que buscaba. Se rumoreaba que en una de las cuevas cercanas a Lual Thyr había un Lobo de grandes dimensiones y ferocidad infinita. Comentó que entró por casualidad y en la oscuridad, vio sus ojos brillando al fondo de la misma. Al recordarlo se estremeció y supe que no mentía. Pagué su cerveza y subi a mi habitación. Preparé mi equipo ya que era día de luna en el cielo, requisito imprescindible para lo solicitado: un par de trampas o tres de estacas afiladas, veneno de escorpión para la espada, la capa de color oscuro para ocultarme mejor entre las sombras, vendas por si me dañaba y por último, aunque no por ello menos importante, mi arco y las flechas. Ajusté mi equipo. Me coloqué los guantes. Afiancé el carcaj. La vaina de la espada bien colocada. Las estacas afiladas al máximo atadas a la mochila. Todo perfecto. Llegó la hora.

Finalmente preferí llevar a cabo la empresa solo. No es que no confiase en Keizok, lo hacía en el campo de batalla,... fuera de él... No quería deberle favores a nadie. Mi deuda, mi palabra, mi responsabilidad. Mi hermana también era mi responsabilidad y no estaba con ella ese día. Me llamaron y la dejé con mis padres. Aún así no puedo dejar de sentirme culpable. Pero para buscarla si necesitaré ayuda. Preciso a Keizok, a Kaal, también preciso de músculo para esta empresa, y algún clérigo u otro mago... Esto se complica, no sé qué me espera. Tengo que acortar el círculo pero cómo, si apenas puedo moverme en este mundo a donde la han traido.

Mientras iba pensando en esto el trayecto se acortó. La cueva que mencionó el larguirucho estaba donde dijo. Semioculta por unos arbustos pude ver en la entrada unas marcas de arrastre y más patas que las de un lobo solitario. Me dio qué pensar. Por qué un lobo de este tipo tendría compañía. Los lobos normales suelen ir en camada. Los lobos de fiereza y rabia suelen ser solitarios... a no ser que.... Y si en vez de un lobo fuese una loba? De ser una hembra sería comprensible que hubiera marcas de arrastre y más patas. Arrastre para traer comida a su camada. Y más patas por sus sus vástagos... de hecho, las huellas, eran más pequeñas que las de un lobo normal.

Entré en la cueva procurando moverme con sigilo. Tratando se no hacer ruido para no delatarme. Antes de elló me froté contra la corteza de un árbol, y tomé arbustos del suelo para restregármelos con fuerza por el cuerpo. Un poco de tierra por la cara y mi olor corporal quedaría diluido. Una vez dentro busqué un cuello de botella en la cueva. Cuando di con él coloqué las trampas, no las puse a modo racimo, lo hice en hilera, de este modo corría el riesgo de que la loba fuese por otro lado, pero de ir por dónde yo suponía que lo haría, se dañaría con tres de las trampas. De la otra forma, podría dañarse sólo con una. También embadurné mi espada con veneno y la dejé cerca para cogerla si había pelea. Tomé el arco en la mano y esperé inmóvil por detrás de las trampas. Callado, en silencio, respirando tan despacio que apenas se me notaba.

Viendo que nada sucedía y que las horas transcurrían busqué una piedra suelta en la ubicación en la que me hallaba. Al dar con ella calculé el ángulo ciego de la cueva, la distancia que me separaba de ésta y el ángulo ciego que me cubría a mi. Hice mis cálculos y ejecuté el tiro con la dirección y la fuerza conveniente. Un aullido espeluznante se escuchó tras una especie de quejido animal. Casi no reacciono cuando vi aparecer su hocico tras el recodo. Su tamaño superaba con creces lo que yo había imaginado. Teníe el pelaje del lomo erizado y duro, de tal manera que parecían pinchos peligrosos. Sus patas eran de un tamaño descomunal y sus uñas podrían abrirme en canal si no me andaba con cuidado. Ahí fue cuando reaccioné, un segundo más y no lo habría contado. Disparé dos flechas antes de que las trampas frenasen medianamente su avance, lo que me dió tiempo para tres flechas más que procuré lanzar parapetándome en mi recodo mientras ella trataba en vano de deshacerse de una de las estacas que se clavó en su pata. Finalmente lo hizo, usó sus fauces para desembarazarse de ella. Dejé el arco y tomé la espada. El momento de mover la cintura y las piernas llegaba. Debía evitar sus ataques e ir a fondo con los míos. Tajo aquí, arañazo allá, corte... corte, impacto, a fondo. Conseguí incrustar la espada en una estocada sin igual, de abajo arriba por la garganta, cayó al instante. Debí haber tocado un punto vital.

Su blanco pelaje esta surcado ahora por aterciopelados ríos de color carmesí que goteanba en pequeñas cascadas. Éstas chocaban y espumeaban contra el frio suelo. La tierra se empapó de la sangre del animal. Las flechas incrustadas en su cuerpo enfierecían su aspecto, la sangre lo agravaba y, las trampas y el veneno ayudaron un mucho a mi empresa. Yo no salí indemne, así que vendé mis heridas antes de cortarle la cabeza y las patas con la especie de daga de plata que Luminaris me entregó, otro de los extraños requisitos cumplido. Qué querría hacer la señorita Luminaris con esto, me pregunté. Lo cierto es que ni me incumbía ni me importaba, yo había cumplido con mi parte, tarde, pero lo había hecho. Recordemos que fue por algo ajeno a mi control por lo que no pude cumplir a tiempo el encargo. En fin, debía recoger mis cosas y salir de allí cuanto antes. Darme un buen baño e ir a llevarle las cosas a Stella. Eso hice y me presenté en su apartamento con la cabeza de la loba y sus pezuñas.