Post by reipu on May 23, 2020 21:46:56 GMT 1
Nombre: Leto
Edad aparente: Joven
Procedencia: Treflar.
Oficio: Mercenario, hijo de mercenario, nieto de mercenario, y futurible padre de muchos mercenarios. Ser cualquier otra cosa hubiera sido un fraude. Pero es que además quería serlo.
Descripción: Un joven mediano que pretende aparentar ser un chico duro y mayor dejándose crecer una barba que no acaba de cubrir su rostro ni ser tan abundante como para esconder su edad. Pese a no ser alto, se le musculoso y fornido.
Trato: Pragmático, su interés es labrarse un nombre y cuanto antes mejor, tendiendo a ser bravucón e imprudente, típico de su edad y raza.
Pasado: Su madre murió en el parto. Era el primero y ella ya no era joven. Eso le rompió el corazón a su padre aunque nunca le culpó, al contrario, volcó sus esfuerzos en sacar lo mejor de él, por lo que abandonó la vida de mercenario. Se empleó en la taberna, como guardia alquilado, y la verdad es que ayudó a que el local, en un pueblo que comunicaba Klenth con Rym y dónde paraba todo tipo de gente, fue una ayuda más que agradecida.
Leto creció entre los olores de la cocina, el ruido de jarras y conversaciones, y si había suerte la tonada de algún bardo itinerante; acunado por la parroquia habitual de la posada que le vio crecer.
Su padre no desatendió su herencia, poniéndole ejercicios físicos diarios, práctica con un tronco que hacía las veces de estafermo y el tiro al arco contra una bala de paja; reservando la primera hora de la mañana para la práctica de espada y escudo conjunta.
Creció feliz, pero siempre con la idea entre ceja y ceja de seguir el camino de su familia antes de buscarse una buena mujer con la que tener muchos hijos que siguieran también de la tradición familiar mercenaria.
Su padre esperó un par de años más allá de la mayoría, a pesar de la impaciencia de su hijo, antes de otorgarle definitivamente el legado a su hijo: la vieja y cómoda coraza, un escudo, el arco con que había entrenado tanto y una espada recién forjada que hizo traer de Rym. Despidió a su hijo con una sonrisa de orgullo, recordándole los mejores consejos y exigiéndole que pasara por casa mínimo una vez al año.
Edad aparente: Joven
Procedencia: Treflar.
Oficio: Mercenario, hijo de mercenario, nieto de mercenario, y futurible padre de muchos mercenarios. Ser cualquier otra cosa hubiera sido un fraude. Pero es que además quería serlo.
Descripción: Un joven mediano que pretende aparentar ser un chico duro y mayor dejándose crecer una barba que no acaba de cubrir su rostro ni ser tan abundante como para esconder su edad. Pese a no ser alto, se le musculoso y fornido.
Trato: Pragmático, su interés es labrarse un nombre y cuanto antes mejor, tendiendo a ser bravucón e imprudente, típico de su edad y raza.
Pasado: Su madre murió en el parto. Era el primero y ella ya no era joven. Eso le rompió el corazón a su padre aunque nunca le culpó, al contrario, volcó sus esfuerzos en sacar lo mejor de él, por lo que abandonó la vida de mercenario. Se empleó en la taberna, como guardia alquilado, y la verdad es que ayudó a que el local, en un pueblo que comunicaba Klenth con Rym y dónde paraba todo tipo de gente, fue una ayuda más que agradecida.
Leto creció entre los olores de la cocina, el ruido de jarras y conversaciones, y si había suerte la tonada de algún bardo itinerante; acunado por la parroquia habitual de la posada que le vio crecer.
Su padre no desatendió su herencia, poniéndole ejercicios físicos diarios, práctica con un tronco que hacía las veces de estafermo y el tiro al arco contra una bala de paja; reservando la primera hora de la mañana para la práctica de espada y escudo conjunta.
Creció feliz, pero siempre con la idea entre ceja y ceja de seguir el camino de su familia antes de buscarse una buena mujer con la que tener muchos hijos que siguieran también de la tradición familiar mercenaria.
Su padre esperó un par de años más allá de la mayoría, a pesar de la impaciencia de su hijo, antes de otorgarle definitivamente el legado a su hijo: la vieja y cómoda coraza, un escudo, el arco con que había entrenado tanto y una espada recién forjada que hizo traer de Rym. Despidió a su hijo con una sonrisa de orgullo, recordándole los mejores consejos y exigiéndole que pasara por casa mínimo una vez al año.