Ni siquiera se escucharon las bisagras de la puerta cuando el vigía la abrió. El oxido de las mismas no tuvo tiempo de reaccionar debido a la rapidez con la que fue abierta. Y no tuvo valor de lanzar al aire su particular quejido de hierro envejecido, cuando el hombre que con tanta celeridad la abrió, mostro una inusual cautela al cerrarla. El interior del pequeño almacén ya era lo suficiente lúgubre y deprimente de por si, pero aquella actitud acrecentó esa sensación. Durante un momento todo se quedo en silencio, salvo el llanto de aquel pequeño niño que rogaba desconsoladamente por la leche del pecho de su madre. Y por las lagrimas de aquella madre, que lloraba desconsoladamente por poder de dar de mamar a su hijo.

-Ya vienen...- Se escucho decir al hombre, el cual parecía suplicar perdón con cada una de las silabas que escupía temeroso entre temblores. Si no fuera por el pútrido y desagradable hedor de los orines acumulados durante días, tal vez alguien se hubiera percatado e incluso burlado de aquel hombre. Pero no fue el caso, el ambiente no estaba para burlas ni acusaciones de falta de hombría, era una atmosfera apagada y desoladora la que inundaba aquel pequeño almacén de piensos.

Es curioso como funciona el miedo según la situación. Algunos lo confunden con un falso valor y corren prestos a tomar las armas y organizar unas defensas, que aun sabiendas de su futilidad, preparan con esmero convencidos de lo contrario. Otros encomiendan sus almas a los Dioses suplicando ayuda y misericordia, da igual cuales, en estos momentos sirve cualquiera de ellos. Algunos rompen en pánico llorando y suplicando por sus vidas a la infinita oscuridad, rogando que nada de lo que ha ocurrido fuera real, convencidos de que despertaran de esta terrible pesadilla cuando todo termine sin importar el tipo de final que sea. Y otros, los llamados cobardes, buscan el lugar mas recóndito, sucio y maloliente para ocultarse entre excrementos e insectos mientras confían en que el hedor disimule su rastro.

Yo hice todo aquellos, paso por paso, punto por punto, estupidez tras estupidez. 

La lluvia caía cada vez con mayor intensidad, golpeando la puerta y el techo del pequeño almacén como si de piedras se tratase. En el interior los rápidos pasos de los pocos hombres de armas que quedaban ,se movían con rapidez y un estruendoso sonido metálico. Muy distintas a la del resto de supervivientes, que habían aprendido a caminar en absoluto silencio aun haciendo con presteza. Pocas veces se ha visto tanta gente armada en una sola habitación, incluso los mas jóvenes portaban pequeñas dagas o palos afilados que usaban como improvisadas lanzas. Todos ellos dispuesto y decididos a enfrentar a la muerte. 

Y fue entonces cuando escuchamos aquello que el vigía vio a lo lejos. La muerte venia en nuestra busca, con ese particular sonido de gargantas desgarrándose por un quejido agónico. Un grito que erizaba la piel y helaba la sangra. Y en ese momento todas las almas del almacén guardaron silencio. Las pesadas respiraciones de los ancianos se acoplaban con la lluvia del exterior, ni siquiera el acero de los temblorosos cuerpos reunía el valor suficiente para delatar a aquellos que aun conservaban la cordura. Ni siquiera la madre y su hijo lloraban durante esta tensa situación. En el interior de aquel almacén, solo se escuchaban las gotas caer sobre el suelo de madera. En aquel rincón oscuro donde la madre lloraba con su hijo, solo se escucho el sonido de las gotas caer. 

Aquella noche todos fueron cómplices de un asesinato, que asumieron, que sabían necesario pero nadie era capaz de llevar acabo. Un asesinato que no les libro de su destino. No hubo tiempo de reacción, la puerta se abrió una vez mas con inusitada violencia mientras se lo llevaba todo a su paso. La muerte entro en aquel lugar gritando, babeando, arañando y mordiendo. Ignorando los inútiles intentos de confrontar un final inevitable. Aquellas cosas se movían con una rabia y odio a la vida inusitados, querían devorarlo y destruirlo todo, no dejar rastro alguno de los vivos.

Recuerdo las risas tiempo atrás, las burlas por mi tamaño y mi delgadez. También recuerdo las lagrimas mezclarse con la sangre sobre mis mejillas, al mismo tiempo que mis manos se aferraban con fuerza a mi boca para evitar sonreír ante la ironía. Los segundos parecían horas. Fue largo el tiempo bajo los tablones del suelo de aquel viejo almacén, escuchando como dientes podridos desgarraban la carne de los vivos. Algunos aun estaban conscientes mientras la muerte los consumía con lentitud, bocado a bocado. Si hubiera sabido lo que había bajo aquellos tablones, esa oscuridad, tal vez me hubiese quedado fuera dejando que aquella mujer y su hijo continuasen llorando.

Ruuuuu...goooooo...- Una voz quebradiza y frágil se escucha bajo el suelo del almacén, extendiéndose alrededor del mediano por todas partes. - Ruuuuu...goooooo...-El débil quejido parecido al susurro agónico de un moribundo se cuela en los oídos del mediano. El aire parece condensarse bajo el suelo, ajeno a las suplicas de los vivos que agonizan a apenas unos pocos centímetros. La oscuridad empieza a hacerse tangible y a rodear al mediano, colándose por cada recoveco mientras lo inunda todo de una extraña calma y seguridad. Una sensación extraña imbuye el cuerpo del mediano, el cual es incapaz de moverse, de gritar e incluso de respirar. La sensación resulta extraña y familiar al mismo tiempo, como si esa oscuridad siempre hubiese formado parte de el. Como si estuviesen destinados a encontrarse en la muerte.



Hoy he encontrado otro cuerpo sin vida en los callejones de Klurrux. No puedo evitar mirarlo, incluso diría que me resulta imposible apartar la mirada de el. Tenia el cráneo abierto y las tripas se desparramaban por el suelo. La sangre lo llenaba todo y las primeras alimañas habían acudido para limpiar la ciudad. No puedo evitar encontrar similitudes entre aquella noche y esta, tanto los muertos como los vivos se alimentan de vivos sin hacer distinciones en la procedencia de la carne. Desde un punto de vista mas analítico, mi mente empieza a reorganizar el cuerpo en partes útiles e inútiles. Separando en un perfecto esquema mental el interior de cada uno de los órganos del cuerpo, mientras busca repuestos y piezas para el futuro. Pero el sobrante, es algo que intriga y desconcierta. Los desiertos han sido duros para todos, mas aun para los que siguen vivos. Tal vez la Casa de Hefesto sirva de algo, tal vez allí encuentre respuestas. He pasado mucho tiempo intentando crear quimeras y curando a los vivos, rehuyendo de la oscuridad. Tal vez ha llegado el momento de que la acepte.