Post by johndoe on Jun 23, 2020 17:39:32 GMT 1
Nombre: Tagnar Yunqueaureo
Edad aparente: Ciento veinte años
Procedencia: Augusto (La antigua)
Oficio: Mercenario/Herrero/Batidor
Descripción física: Un enano bajito y anchote. Compacto como un tonel macizo de piedra. La barba roja le llega hasta el ombligo, y es frondosa, al igual que sus cejas. Tiene una cara de bulldog que parece decir: "Si te acercas, te parto en dos".
Ropas: Porta una armadura de mithril bastante robusta, de artesanía simple pero meticulosa. Los únicos adornos son piezas de oro y algunas cenefas rúnicas.
Carácter: Tagnar es osco, áspero y directo. En ocasiones taciturno. Sin embargo, pese a su aspecto amenazante y distante, puede ser bastante alegre y afable. Lo único que le cabrea es la soberbia de los humanos y la arrogancia de los elfos. Y por supuesto, estar en presencia de cualquier seguidor de Gruumsh, ya sea trasgo, osgo u orco. En cuyo caso, rara vez permanece mucho tiempo sin derramar sangre.
Sinopsis:
Los Yunqueaureo siempre fueron un clan de renombre, nobles enanos dedicados al arte de la herrería y de la guerra. Firmes defensores de la fortaleza de Augusto y los primeros en la linea de batalla contra las hordas verdes de trasgoides y orcos. Pero eso era antes. Cuando la fortaleza de Augusto cayó, los Yunqueaureo cayeron con ella cumpliendo con su deber. O al menos así debería haber sido. Tagnar formaba parte de la vanguardia que defendía los riscos. Esos despeñaderos eran su hogar y los conocía como la palma de su mano, al igual que las cavernas y minas de los alrededores. Fue culpa de esa dichosa bola de fuego. Los jodíos magos no respetan nada, y mucho menos una honorable batalla. El desfiladero era profundo, y Tagnar golpeó todas y cada una de las rocas que había hasta el fondo. Pero la piedra no puede con el buen enano.
Fue un mal despertar. No por los moratones y huesos rotos. Tampoco por las quemaduras o las brechas sangrantes. No, nada de eso hería realmente al enano. Lo que realmente le dolió fue ver la fortaleza violada de esa manera por los muertos. Fue pensar que las ascuas de las grandes forjas dedicadas a Moradin morirían por primera vez en quinientos años. De repente, pertenecer al clan Yunqueaureo pesaba más que su armadura destrozada y que todas las heridas. Ojalá hubiera muerto con ellos. Honorablemente, luchando contra el enemigo. Pero ya no importa. El suicidio no es una muerte honorable, pero no pudo evitar pensarlo. Entonces, bajo sus pies vio una flecha quebrada. Era vieja, de otro tiempo, estaba demasiado desgastada para ser de esa batalla. Pero la reconoció al instante, no existe flecha más tosca que la preparada por un trasgo. No es que esa flecha en concreto fuera realmente importante. Pero esa imagen se le clavó en la sién. Eso le hizo rememorar. Semanas antes habían estado cazando a un grupo de trasgos bastante escurridizos en las laderas del oeste. Un grupo nuevo que solía identificarse con un ojo pintado con sangre, orina y tierra. Actuaban raro. Eran demasiado astutos. Sus movimientos no tenían sentido, no coincidían con los de ningún clan que hubiera cazado antes.
Tagnar alzó la vista hacia las torres guardadas por esqueletos y frunció el ceño. Relinchó como un jabalí iracundo, y se hizo un juramento. No moriría allí, no aun. Antes daría caza a cada uno de esos pielesverdes hasta dar con quienquiera que los comandara, y luego seguiría cazando a esos cabrones hasta llegar a lo más alto de la montaña. Y si en lo más alto de la montaña resultaba estar ese puñetero Liche, le cortaría la cabeza y usaría su calavera de letrina mientras aun estuviera "vivo".