Un enano malhumorado es como un barril de dinamita con la mecha prendida. Una mecha corta, 'muy' corta. Y ese día, Tagnar estaba cabreado como un troll al que le han machacado los huevos. Resulta que alguna sabandija había robado los suministros que había preparado para pasar el tiempo necesario en aquella cueva. Quería esperar a que los orcos trajeran sus presentes para sobornar a la tribu de trasgos que el enano acababa de barrer del mapa. Una limpieza meticulosa pero poco delicada. Porque limpiar las paredes de una cueva con la cara de un trasgo era lo más divertido que el enano pelirrojo sabía hacer. Sin embargo, las cosas no siempre salen como uno espera, y sin suministros, el asalto estaba frustrado.

    El enano aguantó lo que pudo con lo que tenía, pero la caza terminó por agotarse en los alrededores del cubil trasgo. Sobrevivir mes y medio a base de cecina seca y pasto es toda una gesta. Por fortuna, los enanos no tienen un paladar refinado. Además, eran sólo un par de días. Ida y vuelta. Comprar en El Cruce y volver a la cueva, eso era todo. No iban a volver justo en ese momento, ¿verdad? Al menos así le hubiera gustado que fuera.

-¡Eh, enano! ¿Eres tu "la muerte roja"?

-¡¿Quién carrajo prregunta?!

    La guardia nunca ha tenido fama de "suave", y desde luego aquel semi-orco tenía pinta de serlo tanto como papel de lija para limpiarse el culo. Quizá fue la reputación del Pueblo Robusto como cazadores de pielesverdes. O quizá fuera la cara de perro que Tagnar había tenido desde su décimo cumpleaños. De cualquier forma, el guardia se limitó a explicarle, sin queja, que un trasgo quejicoso había llegado a la puerta preguntando por "La Muerte Roja", y traía información.

-¡¿Esa sabandija?! ¡Porr Morradin que la prróxima vez que lo vea le retuerrzo el pescuezo como a un conejo!

    Lo primero que el enano pensó es que seguro que él había sido el ladronzuelo de suministros. Y para colmo, informaba de la llegada de un grupo de orcos a la cueva. ¡A la misma cueva de la que acababa de salir después de mes y medio de reclusión! ¿Cómo era posible? ¡A penas fueron unas horas! Con la cara del color de una salchica enana, sobre-especiada por supuesto, y las venas marcadas en el cuello como runas incandescentes en un sello para ganado; el enano dio media vuelta y cabalgó sobre su jabalí de caza, de vuelta al escondite, sin suministros pero con suficiente ira como para alimentar a todo un clan de trasgos.

    Al llegar, el hedor de los cadaveres le dio la bienvenida. Eran los desgraciados que tuvieron la mala suerte de caer en sus fosos. Eso le supo mejor que cualquier comida. También había preparado algunos túneles de su tamaño justo, ocultos. Conectando algunas habitaciones. Una remodelación que el enano creyó necesaria. Al estar la entrada bien guardada, decidió usar éstos. Y gracias a las reformas pudo llevar la sangría de nuevo a esa cueva. Los orcos no esperaban que un topo así de gordo pudiera salir de una pared para dejarles las caras igual que sus culos. Tagnar ya esperaba huargos, así que esos orcos sólo fueron el cebo. Un poco de fuego de alquimista fue suficiente para hacer barbacoa, y fue su costumbre de olfatear la que los llevó de cabeza a las brasas. El único que quedó de una pieza ahora parecía un chihuahua estresado. En esas calvas no volvería a crecerle el pelo. Por supuesto, aquello fue más que suficiente para que dieran la alarma, pero Tagnar ya esperaba eso. Fue un buen momento para utilizar la bendición de la tierra para cubrir su olor. El huargo restante y un pequeño destacamento salió de la cueva para buscarlo. Después de algo así es lo normal, ¿no? Esperar que el intruso huiría. Pero los Yunqueaureo son orgullosos 'Cavadores'. Defensores del Pueblo Robusto, cazadores de pielesverdes, ¡guerreros enanos! Es por eso que en vez de huir hacia la salida, Tagnar utilizó otro pasadizo para adentrarse aun más en su guarida. Así fue como llegó a la sala del trono donde tres Caciques y dos clérigos escuchaban las órdenes de un lider invisible.

-No matéis al intruso, capturadlo, ¡lo quiero vivo!

    La sonrisa se dibujaba en el rostro del enano. Una bastante espeluznante, por cierto. Si hay algo caracterice a los enanos es el tener la expresividad de un canto rodado. Pero volviendo al tema. Él sabía que le subestimaban. Mientras viva, destruir a las huestes de Gruumsh es el único deber de un defensor del clan Yunqueaureo. Y para Tagnar, como último superviviente del clan, eso era algo que pesaba como el plomo sobre su espalda. Aprovechando el caos y el desconcierto, el enano pelirrojo volvió sobre sus pasos. Utilizó algunas pociones y masticó el corazón disecado de una bestia. Un grito atronador dejó su pecho, y aprovechó la sorpresa de los orcos y trasgos congregados en la sala común para lanzar un vial de ácido sobre ellos. Muchos murieron, otros gritaron. Las hachas del enano cortaron el aire, las vísceras y las extremidades de aquel pequeño ejército. El jaleo atrajo a uno de los clérigos. No era exáctamente lo que había planeado, pero era suficientemente bueno. Un hachazo en la sien y otro sacerdote del tuerto fue encomendado a la gloria de Moradin. Algunos trasgos huían en desbandada, otros morían. Entonces sus caciques orcos finalmente hicieron acto de presencia. Era la batalla que el enano ansiaba. Y fue todo lo salvaje que quería. Pero un golpe inesperado y bien avenido la interrumpió. ¿Alguna vez has escuchado el sonido que hace un menhir al caer? El de un enano es igual. Uno de los caciques le había golpeado con el hacha en la boca como si fuera una pala.

    Si hay algo más duro que le hierro, es un enano. Sentado en el trono como un gato fofo y con sobrepeso, el enano escuchó, aun con los ojos cerrados, la conversación:

-¿Seguro que es él?

-Si, amo, debe ser él. Ha acabado con la mitad de nuestras fuerzas. ¿Por qué deberíamos dejarlo vivo? ¡Le sacaría las entrañas y se las ofrecería a Gruumsh para aplacar mi ira!

-¡Silencio! Debo marchar, atadlo y comportaos. Y como lo encuentre muerto al volver te degüello y te doy de comer a los huargos.

-Bah... Tú, átalo.

    El enano ya tenía la mano en su martillo cuando la conversación había terminado. Frente a él, el otro clérigo no lo vio venir. ¡Pam! Directo a la mandíbula. El crujir de su propia quijada y sus dientes desperdigados por el suelo,como dados en una mesa de apuestas, lo mantuvieron ocupado. Mientras, sorprendido, el cacique encargado de maniatarlo a penas pudo reaccionar. Saltó sobre él pero para cuando llegó, el enano ya no estaba. En su lugar sólo había unos polvillos luminosos que fueron acompañados por el crujir de unos cristales y un estallido. Tagnar huía invisible por la topera que había preparado mientras la habitación era iluminada por los dos orcos que pensaron que era buena idea acercarse demasiado a un barril de pólvora con barba.

    Dejando atrás dientes, cadáveres y llamas, el enano partió veloz hacia El Cruce, donde avisaría al sacerdote sobre la situación. Aun quedaban algunos pielesverdes y estaba herido, pero al menos había dado un fuerte golpe a la tribu. Los hombres de Axel no deberían tenerlo dificil para limpiar al resto. Y, con suerte, podrían cazar al misterioso líder invisible.