Post by sestum on Feb 28, 2021 19:21:43 GMT 1
Ficha de Eliandor Asdrolendel
Nombre: Eliandor Asdrolendel
Títulos: Portador de la Paz (Ado) de Alnurindul, Pionero de la Casa de Lorlendil.
Raza: Elfo solar
Edad: 195 años
Estatura: 1,70 metros
Peso: 68 kilos
Clase: Mago (generalista)
Deidad: Labelas Enoreth
Procedencia: Sildëyuir/Reinos Olvidados
Leitmotiv
Naufragio.
El viento azotaba mi rostro. Lo cierto es que, a pesar de todos mis denodados esfuerzos, jamás había conseguido un equipo adecuado para volar a lomos de Thi’Ari, mi grifo. No se cómo Kilicia, mi búho blanco de Sildëyuir, mi hogar, conseguía mantener la vista al frente… Supongo que los ruar’tel’quessir nunca fuimos una especie voladora, aunque nos fuésemos tan lejos.
Hacía ya un mes que había abandonado Suldanessalar dejando todo atrás. No me despedí de mi amada Belediewiel, cuyos dones portaban los peligros de la Soberanía Xxiphu, atrás quedaban los labelasan Elessar y Shamaelthalar, la retorcida Anith y los desviados elfos que no eran dignos de abrogarse ser del Pueblo. La Bellísima Coronal Ellesime, tan ancestral como el Árbol de la Vida, tan perfecta física como espiritualmente… El Señor Vanyan de los Télkarar, ¿acaso me perdonarían marcharme así? ¿sería éste otro argumento blandido por Arisel, Señora de los Lótar, o ese patán que se hace llamar Mago Real?
Oh… ni siquiera las hermosas vistas aéreas de las Planicies Verdes, al norte del Bosque de la Serpiente, me hacían dejar de pensar en cuánto dejaba atrás, en cuánto volvía a abandonar… ¿sería que el espíritu de los teu’tel’quessir se me había pegado? ¿El eterno viaje de los nobles elfos silvanos?... No pude por menos que suspirar, que pensar en cuán afortunado era de gozar de las amistades que tuve y de la compañía de mi fiel Thi’Ari y los libros.
Lo que estaba claro es que el Weldazh no era un lugar donde poder evacuar a mis congéneres de Sildëyuir. Quizás el Bosque Alto lo fuese, pero, aun con todo y con ello, no era ese el motivo de mi viaje.
Hace años, abandoné Suldanessalar para encontrar la Casa de los Largos Silencios, una antigua fortaleza del Pueblo plagada de portales capaces de llegar a lugares ya olvidados. No conseguí activar ninguno, pero si afectarlos con mi magia. Supongo que, a pesar de estar dos milenios aislados de Faerûn, las antiguas magias del Seldarine aun sonreían a aquellos que nunca dejamos de ensalzarles. De alguna manera, pude detectar el destino de alguno de ellos y, aunque muchas eran localizaciones que podía señalar en los mapas, había una que no conseguí localizar y que se perdía al norte. Concretamente, apuntaba a lo que hoy se conoce como el Páramo Alto, los restos del imperio perdido de Miyeritar, el imperio de los Traidores.
Lo cierto es que pregunté por miles de sitios, busqué incluso en la mismísima Biblioteca Real de Suldanessalar y dirigí mis más poderosos rituales a tal lugar… Pero tan solo veía tierra infértil, devastada, nada…
La curiosidad pudo conmigo. Una curiosidad que ni siquiera sentí al cruzar el Umbral para llegar a Faerûn. Supongo que sería la ambición de encontrar un retazo de Alta Magia, ese deseado conocimiento necesario para estabilizar el semiplano donde vive mi pueblo.
Varios días pasaron sin olvidar una parada en Candelero para consultar sus tomos y, finalmente, comencé a sobrevolar las devastadas planicies una vez dejadas a la izquierda las Colinas Troll y el Bosque Mordisco de Troll. Jamás imagine esta tierra así. Sin duda entendí en aquel momento lo peligroso que era el conocimiento que perseguía, la destrucción que Aryvandaar pudo desatar sobre el lugar… Aun así, sentía que el lugar estaba cerca… pasadas las ruinas y los baldíos, en algún lugar fasto en el centro de aquel desastre…
A la primera noche descendimos sobre un saliente. La caza en este lugar escaseaba y la magia era la más segura de las fuentes de sustento, pero, aquel día, algo quiso que durmiéramos a la intemperie y no en una mansión de Moderkainen. Algo quiso que elevase rezos a Labelas Enoreth al atardecer y observase la Corona del Seldarine en el cielo nocturno.
Fue mientras dormía acurrucado entre las plumas de Thi’Ari que Kilicia me despertó. El viento era terrible y el frío gélido. Golpeaba la pared de roca como olas de una fuerza descomunal. A penas tuve tiempo de protegernos con un muro de hierro cuando una ráfaga me arrastró hacia el vacío. Thi’Ari chilló al mismo tiempo que Kilicia le decía que me cogiese. Vi como se lanzaba hacia mí y después, oscuridad…
Desperté en un lugar desconocido. Tan solo sabía que eso no era el Páramo Alto, pues el suelo era de un agradable forraje verde. Kilicia no estaba conmigo, no podía sentir su conexión. Tampoco mi báculo de metal estelar ni Thi’Ari, mi grifo. Intenté llamarlo con el cuerno de guerra, pero nunca acudió…
Desesperado, ejecuté conjuros para discernir su ubicación, para localizarlo, incluso intenté contactar con el mismísimo Arvanndor… Todo ello fue en vano. Mis conjuros no funcionaban. Estaba solo… Al llegar la noche, las estrellas no me ofrecieron el consuelo de mi sangre ancestral y en ellas no pude localizar la sagrada constelación del Seldarine…
Estuviera donde estuviera, tan solo quedaba vagar, hacer honor a mi nombre y mi título: Eliandor, el Caminante, Pionero de la Casa de Lor’lendil.