Post by johndoe on May 28, 2019 12:06:49 GMT 1
20º día de Spica, Primer año de La Caida
Hace ya más de una semana que estoy en ésta ciudad decadente. Si bien el Faro Estelar es importante, tengo otros asuntos que atender también. No puedo quedarme aquí para siempre. Durante el día decidiré que camino a tomar y saldré al ocaso. Aún es temprano, pero los posos del vino auguran respuestas.
Tras tomar un poco el aire para despejarme y espabilarme me encontré a Relen. Sentado en una esquina parecía centrado en desencriptar un grimorio viejo. Por su gesto de esfuerzo supe que no era suyo. Pedí otra jarra de vino y me acerqué. Pretendía usarlo como excusa, pero lo rechazó. Supongo que al final terminaré tomándomelo yo. Qué poco beben las gentes de estas tierras. Pese a todo me invitó a sentarme. Eso hice y aprovechamos para ponernos al día. Él sigue siendo un hombre poco expresivo y que dice poco, y ya que es así, decidí no insistir. Yo le conté que estaba en la ciudad resolviendo unos asuntos personales. Hablamos un poco del reciente ambiente cargado de la ciudad, aunque decía no saber nada al respecto. Tampoco insistí. Inquieta por las tareas que se me habían encomendado, le pregunté dónde creía él que podía encontrar plomo. Me remitió al Cruce. Me explicó que antaño Augusto era región minera y trabajaba bien el metal, pero desde la invasión de no-muertos la industria ha caído y hay escasez. Como consecuencia, en Lual-thyr se localizaban ahora los artesanos, y el mercado de minerales se había desplazado al Cruce. Decidí, entonces, que allí sería donde me dirigiría al ocaso.
Después de eso estuvimos un buen rato hablando de La Torre de los Túnicas. Ya que preguntó, le expuse mi opinión. No era nada halagüeña ya que me parece un grupo de matones que espía, amenaza y coacciona a aquellos con suficiente curiosidad e interés como para dominar el arte hasta cierto grado. Mi primer encuentro no fue muy acertado ya que trajeron la inquisición a las puertas. Y luego está lo de esa carta que parece una amenaza nada sutil o un intento de chantaje. Relen parece defender fervorosamente a los Túnicas. Puede que yo no tenga elección, pero de momento prefiero limitar mi contacto con ellos en la medida de lo posible. Al menos hasta que enmienden una primera mala impresión. Aunque se dice que las primeras impresiones son las que más perduran.
En la tarde, hice los preparativos para el viaje, y justo cuando estaba por salir, me encontré con Hécate. La providencia me proveía de una mula de carga justo cuando más lo necesitaba.
Tras tomar un poco el aire para despejarme y espabilarme me encontré a Relen. Sentado en una esquina parecía centrado en desencriptar un grimorio viejo. Por su gesto de esfuerzo supe que no era suyo. Pedí otra jarra de vino y me acerqué. Pretendía usarlo como excusa, pero lo rechazó. Supongo que al final terminaré tomándomelo yo. Qué poco beben las gentes de estas tierras. Pese a todo me invitó a sentarme. Eso hice y aprovechamos para ponernos al día. Él sigue siendo un hombre poco expresivo y que dice poco, y ya que es así, decidí no insistir. Yo le conté que estaba en la ciudad resolviendo unos asuntos personales. Hablamos un poco del reciente ambiente cargado de la ciudad, aunque decía no saber nada al respecto. Tampoco insistí. Inquieta por las tareas que se me habían encomendado, le pregunté dónde creía él que podía encontrar plomo. Me remitió al Cruce. Me explicó que antaño Augusto era región minera y trabajaba bien el metal, pero desde la invasión de no-muertos la industria ha caído y hay escasez. Como consecuencia, en Lual-thyr se localizaban ahora los artesanos, y el mercado de minerales se había desplazado al Cruce. Decidí, entonces, que allí sería donde me dirigiría al ocaso.
Después de eso estuvimos un buen rato hablando de La Torre de los Túnicas. Ya que preguntó, le expuse mi opinión. No era nada halagüeña ya que me parece un grupo de matones que espía, amenaza y coacciona a aquellos con suficiente curiosidad e interés como para dominar el arte hasta cierto grado. Mi primer encuentro no fue muy acertado ya que trajeron la inquisición a las puertas. Y luego está lo de esa carta que parece una amenaza nada sutil o un intento de chantaje. Relen parece defender fervorosamente a los Túnicas. Puede que yo no tenga elección, pero de momento prefiero limitar mi contacto con ellos en la medida de lo posible. Al menos hasta que enmienden una primera mala impresión. Aunque se dice que las primeras impresiones son las que más perduran.
En la tarde, hice los preparativos para el viaje, y justo cuando estaba por salir, me encontré con Hécate. La providencia me proveía de una mula de carga justo cuando más lo necesitaba.
23º día de Spica, Primer año de La Caida
El camino fue tranquilo. Sin asaltos ni imprevistos. Ayer hicimos noche en el bosquecillo del paso. Para no perder la costumbre, Hécate me invitó a otra de las complicaciones donde le gusta meterse. Parece ser que varias hordas de orcos y monstruos amenazan Bayas-Rathu y, por supuesto, ella quiere ir de cabeza a la ciudad. Habla de altruismo y de defender libertades, y sé que sus intenciones son buenas y puede hacer bien, pero a mí todo eso me parece hipocresía. No hay nada en éste mundo que no tenga un precio. Siempre ganas algo por un sacrificio, siempre hay que ofrecer algo si se quiere conseguir una ganancia. El altruismo es sólo falsedad, ignorancia sobre la necesidad que es cubierta al profesarlo, ceguera ante las propias necesidades. Así que le dije que mi ayuda tiene un precio. Y tuve que ponerme seria, pues en su cabeza es todo romanticismo pueril, pero no tenía ningún plan o tan siquiera una mínima idea de lo que podía hacer u ofrecer para ayudar. Esas cosas siempre acaban en tragedia, y no necesito más tragedias en mi vida. Prometí que si me avisa con el suficiente tiempo como para organizarme, iría con ella a Bayas-rathu. Pero aún tengo promesas que cumplir.
Después de la charla, descansamos un poco, y antes del alba nos pusimos en marcha. Hemos llegado temprano, y he ido directa al mercado. Allí he comprado todo el plomo que necesitaba. Seis kilos en lingotes de quinientos gramos. El comerciante me ha mirado con extrañeza, al igual que Hécate. Supongo que por no ser un hombre de espalda ancha y barba trabajando en una forja. Aunque realmente he trabajado antes con plomo. Pero en ésta ocasión era para otra cosa. Ese plomo es uno de los materiales que necesito para ayudar a Dayanne Reinhardt a reparar su telescopio. Dos de esos kilos es para reparar el contrapeso del aparato que se rompió. Los otros cuatro son para los contrapesos para mi propio telescopio. También pregunté al hombre si tenía bronce o en su defecto cobre y estaño. Me dijo que lo que tenía lo había vendido ya al herrero local, así que nos dirigimos a la herrería: El Precioso Regalito. (Que nombre más cursi). Desafortunadamente no pude hacerme con nada de bronce, el herrero estaba ocupado con un encargo para el templo, una campana de gran tamaño. Es por eso que necesitaba todo el bronce. Pensaba matar dos pájaros de una pedrada pero no va a poder ser.
Descansamos un poco en la posada y luego nos pusimos en marcha para llevar el plomo a Klenth. Si tenía que buscar bronce por el resto de ciudades no quería arrastrar conmigo todo ese peso muerto.
Después de la charla, descansamos un poco, y antes del alba nos pusimos en marcha. Hemos llegado temprano, y he ido directa al mercado. Allí he comprado todo el plomo que necesitaba. Seis kilos en lingotes de quinientos gramos. El comerciante me ha mirado con extrañeza, al igual que Hécate. Supongo que por no ser un hombre de espalda ancha y barba trabajando en una forja. Aunque realmente he trabajado antes con plomo. Pero en ésta ocasión era para otra cosa. Ese plomo es uno de los materiales que necesito para ayudar a Dayanne Reinhardt a reparar su telescopio. Dos de esos kilos es para reparar el contrapeso del aparato que se rompió. Los otros cuatro son para los contrapesos para mi propio telescopio. También pregunté al hombre si tenía bronce o en su defecto cobre y estaño. Me dijo que lo que tenía lo había vendido ya al herrero local, así que nos dirigimos a la herrería: El Precioso Regalito. (Que nombre más cursi). Desafortunadamente no pude hacerme con nada de bronce, el herrero estaba ocupado con un encargo para el templo, una campana de gran tamaño. Es por eso que necesitaba todo el bronce. Pensaba matar dos pájaros de una pedrada pero no va a poder ser.
Descansamos un poco en la posada y luego nos pusimos en marcha para llevar el plomo a Klenth. Si tenía que buscar bronce por el resto de ciudades no quería arrastrar conmigo todo ese peso muerto.
26º día de Spica, Primer año de La Caida
Otro viaje sin inconvenientes. Las hordas deben tener inquietos a bandidos y monstruos asaltantes. Llegamos a Klenth a medio día. Tras comer algo y descansar los pies llevé a Hécate a la herrería de los Reinhardt. Pregunté por Aaron al hombrecillo del mostrador, Jed era su nombre. Un tipo bastante bajito y enclenque en contraposición a sus patrones. Parece ser que Aaron estaba ocupado con un encargo grande, así que vino Herrid, o Harrid, ahora dudo. No es que tenga mala memoria para estas cosas, pero la pronunciación de su nombre en Común es como: H"æ"rrid. En cualquier caso, nos recibió alegre como siempre, y con su vozarrón. No tardó en hacerle ojillos a Hécate, y como la adolescente que es, pareció bastante efectivo. Pero cuando le dije que era un encargo para su madre y para mí, enseguida me prestó atención. Le di las indicaciones para la fabricación del contrapeso y le avisé que volvería con otro encargo para reparar el trípode y hacer uno extra para mí, una vez que consiguiera el bronce. Además también necesitaré la montura para las lentes y espejos.
Antes de irme me pidió un favor, quería que encontrase a su hermana Jehanne en Bayas-Rathu y que la convenciera de reunirse con él, pero que no se lo dijera ni a Dayanne ni a su hermano. Accedí ya que de todas formas Hécate me arrastraría allí, pero a cambio le pedí un descuento para mis piezas. Aceptó.
Después de eso volvimos a la posada a descansar. Mañana partiremos de vuelta a Rym, por ahora.
Antes de irme me pidió un favor, quería que encontrase a su hermana Jehanne en Bayas-Rathu y que la convenciera de reunirse con él, pero que no se lo dijera ni a Dayanne ni a su hermano. Accedí ya que de todas formas Hécate me arrastraría allí, pero a cambio le pedí un descuento para mis piezas. Aceptó.
Después de eso volvimos a la posada a descansar. Mañana partiremos de vuelta a Rym, por ahora.