Ayer reservé una habitación en la posada que está en la plaza del mercado de Lual-Thyr. Posiblemente podría haberme quedado con Hécate y Zarrae, pero después de lo de los muelles no me apetecía. Por cierto, parece que las cocatrices también existen en Theia. Al menos la posada tiene algo parecido dibujado en el cartel. Me pregunto si tendrá que ver con su nombre...

    Me despertó el gentío del mercado. Después de desayunar ligero aproveché para darme una vuelta y ver algunas telas ya que Hécate al final no me llevó a ningún sitio. Parece que Lual-Thyr tiene bastante artesanía buena y materiales de buena calidad. Cuando estaba mirando algunos frascos de cerámica apareció Zarrael. Recordé que en otra ocasión me había ofrecido mostrarme su mercancía, así que aproveché para pedirle que lo hiciera. Costó un poco pero conseguí que me entendiera, así que fuimos a su local.

    Allí me enseñó algunos artículos mágicos y me pidió que no lo comentara, que era un secreto. Le pregunté y parece ser que la Inquisición tampoco aprueba los objetos mágicos, lo cual me sorprendió. Me pregunto cómo se las apañan para combatir a los magos si ni siquiera permiten utilizar armas y objetos encantados. Claramente los magos tienen la ventaja. En cualquier caso, me las apañe para negociar un buen precio para dos de ellos. Le convencí exponiéndole que la noche anterior había trabajado para él en cierto modo. Parece que funcionó. Aunque al final tuve que desprenderme de casi todo mi oro.
    Después de las negociaciones, mientras tomábamos algo de vino e intentábamos entendernos apareció una neblina extraña. Un instante después había un hombre calvo parado frente a nosotros. Me sorprendió, en primer lugar, porque parecía ser un mago con considerable poder. Y en segundo, porque no parecía temerle a la Inquisición. Eso me enseñó algo, y es que la Inquisición debe tener alguna clase de dispositivo para detectar la magia, ya que no tardaron en aporrear la puerta. Claro que no puedo asegurarlo con seguridad ya que no abrimos y tampoco les entendí, pero por la situación y la cara de Zarrael, debió ser eso. Tampoco sé de qué hablando él y ese hombre, pero de repente nos teletransportó a otro lugar. Espero que Zarrael no tenga problemas por ello, parecía que estuvieran dispuestos a echar la puerta abajo...

    Resultó que el lugar al que nos transportaron era la famosa Torre. Ellos continuaron con la charla. El hombre se dirigió a mí en común, y por supuesto no entendí prácticamente nada. Y tampoco se dignó a explicármelo en otro idioma. Qué se le va a hacer... De todas formas mi maestro era también bastante arisco, así que estoy acostumbrada. El caso es que me dio un collar y luego se llevó a Zarrael a otro lado. Al principio pensé que me habrían encerrado en aquella habitación, pero cuando comencé a aburrirme probé a salir. Fuera, un elemental guardaba el pasillo. Me preocupé pensando que si salía me atacaría, pero más me preocupe de tener que esperar en ese cubículo durante horas sin hacer nada. Me aventuré fuera y resultó que no hubo problema, así que aproveché para explorar el lugar. Pronto descubrí la biblioteca, tenían un montón de tomos interesantes. Al principio no supe cual tomar primero, pero luego me centré. Tras la excursión a las montañas con Xhumira para tomar datos del cielo nocturno me surgieron muchas dudas que no pude resolver solo mediante la observación, así que aproveché para mirar todos los libros de Astrología que encontré. Conseguí una gran cantidad de datos que me ayudarán a avanzar mucho en el estudio de este cielo nocturno. Aunque todavía debo analizarlos junto con las observaciones que hice.

    Hoy, por fin, he salido de la ciudad. Durante la tarde me encontré con Hécate y Zarrael. Nos hemos reunido y nos ha explicado los detalles del trabajo que tenía pendiente para nosotros en Baya-Rathu. Cuando estaba en ello ha llegado también el guerrero calvo. Últimamente éste hombre está hasta en la sopa. La conversación se ha alargado durante varias horas y, la verdad, no he entendido demasiado. Aunque he deducido que no se trataba de llevar suministros y venderlos allí, como deduje la última vez, sino al revés.
Nos ha dado algo de oro y una lista de suministros. Hécate tiene los detalles. Y como el guerrero nos acompaña, deduzco que será nuestro escolta. Nos hemos puesto en marcha y hemos decidido ir a pie.

    El primer día de viaje transcurrió con calma y sin contratiempos. Nos turnamos para hacer guardia, yo les pedí a Hécate y al guerrero que me permitieran hacer las guardias nocturnas. Desde entonces he aprovechado cada noche para estudiar el cielo y hacer algunos cálculos. Además con la información que conseguí en la biblioteca de La Torre, he podido localizar algunas constelaciones. He estado tan ensimismada con las observaciones que ayer se me olvidó escribir una entrada.

    Por fin hemos llegado a Bayas-Rathu. Era media tarde cuando lo hicimos. Nos dirigimos directamente a la torre de la alquimista. Hécate hizo el pedido. Parece suficiente material para levantar un laboratorio. Normalmente no sería algo que me preocupase, pero me enteré, conversando con ellos, que incluso la alquimia está mal vista en Lual-thyr. No comprendo qué tiene que ver ésta con la magia arcana... La alquimia no es muy diferente a la cocina. Simplemente consiste en procesar ingredientes para estimular sabores diferentes. Sólo que la alquimia además puede producir otros efectos. He llegado a la conclusión de que los Thyrianos son unos bárbaros y que gracias a la Inquisición es muy probable que la ciudad sufra una recesión considerable. Su destino está sellado y nada bueno puede salir de eso.

    Te vas por las ramas, Stella. El material de la alquimista parecía de buena calidad, aunque era un poco caro. Entre Hécate y yo conseguimos un buen descuento tras algo de regateo. Por alguna razón Hécate echó el ojo a un Tressym disecado de mentira que la mujer tenía en exposición. Aunque era un simple gato con alas de murciélago pegadas. Si hubiera sido de verdad hubiera sido interesante, pero los Tressym mejor vivos. Cuando era niña siempre quise uno para que fuera mi familiar. Una pena que todo acabase como acabó... Pero lo pasado, pasado está.

    Tras comprar lo que nos pidió Zarrael, también aproveché para comprar algunas cosas de mi lista de componentes, además de la brea, el galipote y el carbonato de silicio que necesito para tratar las lentes del telescopio una vez que me haga con ellas. (Necesitaré también aluminizar el espejo, pero en eso pensaré más adelante.) Mi idea era comenzar con cosas sencillas como la elaboración del astrolabio, pero eso se pospondrá hasta que termine de mapear y localizar todas las constelaciones del cielo nocturno. Por eso, aprovechando el viaje, he comprado los componentes duraderos. Además, Zarrael ha pagado por ello, aunque aún no lo sabe. Cuando vuelva le diré que será mi paga por el trabajo. Así, si utiliza esos materiales para hacer algo ilegal, no podrá decirse que estoy relacionada porque me pagó para traerlos. Prefiero no estar involucrada en sus negocios sucios. No es un mal hombre, pero tiene una idea de negocio que no apruebo.

    Desde el suceso con los basiliscos he estado estudiando más concienzudamente, y poco a poco comienzo a notar mejora. Los principales problemas del Común son:

    -Diferenciación de género en sustantivos y adjetivos. (Indirectamente afecta al resto de palabras como verbos, adverbios, etc.)
    -Existencia de algunos neutros o de un sólo género.
    -Diferenciación de número. (Del mismo modo que los dos anteriores.)
    -Gran cantidad de tiempos verbales.
    -Exceso de excepciones.
    -Y por supuesto, la variedad de acentos.

    Con respecto al primer, segundo y tercer punto; es cuestión de tiempo y uso. Por fortuna, mi lengua materna también tiene éste tipo de variaciones y he descubierto que son muy similares. En cuanto a la cantidad de tiempos verbales, sin duda va a ser el mayor quebradero de cabeza. El tiempo lo solucionará eventualmente. Lo mismo sucede con las excepciones, deberé aprenderlas mediante el ensayo/error. Y por último, contra los acentos no hay nada que hacer. Probablemente me lleve años entender los más cerrados, pero confío sobrevivir hasta entonces.

    Todo éste trabajo lo he estado llevando a cabo en la Posada de Bayas-Rathu, dónde he encontrado un buen lugar junto a la lumbre. No suele ser muy concurrida y se puede disfrutar de buen vino. Además, la tolerancia a la magia en la ciudad me permite utilizar Comprensión Idiomática para transcribir algunas palabras del diccionario que me prestó Relen, para luego estudiarlas una vez ha pasado el efecto. Siendo éste un método bastante directo y práctico.

    Escribo esto porque hoy estaba haciendo lo mismo que todas las tardes cuando han entrado en la posada Nazorg y Relen. Estábamos charlando cuando han pedido su comida y bebida a una mujer que parecía ser la camarera. Lo curioso es que al cabo de un rato ha aparecido el posadero y nos ha preguntado qué deseábamos. Y cuando Relen le ha dicho que ya habían pedido, éste nos ha comentado que esa mujer es sólo una loca del lugar que, por lo visto, ha estado causando algunos problemas menores. Han comentado que hay rumores de que puede tratarse de una maldición, así que me he interesado. ¿Para qué están mis artes sino para ayudar al que las necesita? Así que, aprovecharé los ratos libres para buscar a esa mujer.

    Hoy también estaba estudiando en la posada y, por designios del destino, ha entrado Hécate en busca de provisiones. Como ya es costumbre se ha acercado alegre a saludar. Y también como es costumbre ha intentado arrastrarme a otra de sus ideas de mercenario retirado. Ésta vez parece ser que se trataba de la búsqueda de alguna clase de criatura acuática. Por la descripción vaga que me dio, al principio pensé que podía tratarse de un Kelpie o una Nixie, pero no resultó ser el caso.

    Me llevó fuera de la posada, aun callejón. Quería hablar conmigo. Por su semblante intuí que iría a reprocharme por estar en Klenth siendo lo que soy y dedicándome a lo que me dedico. Antes de que pudiera hablar la paré y le dije que comportarse de esa forma: arrastrándome a callejones para hablar de magia, y mirando suspicaz a todos lados, me hacía correr más peligro que simplemente estando tranquila y guardando la compostura.

    En cualquier caso, su intención era arrastrarme hasta Rym para investigar el tema. Por supuesto me negué. Es una buena chica, pero no puedo dejarme involucrar siempre en sus líos. No parece muy respetuosa con las normas y parece disfrutar de romperlas, como una adolescente en plena efervescencia. Además, el hombre de cabello de cobre me prometió concertar una cita con su madre, y hasta que me reúna con ella no puedo abandonar la ciudad.

    Así pues, sintiéndolo mucho (más cuando vi su rostro decepcionado), tuve que rechazarla.

    Madrugar para conseguir el vino favorito de Dayanne Reinhardt ha sido toda una aventura. Me he acercado a los puertos de la calle del mercado a primera hora. Me acerqué a uno de los comerciantes que montaba su puesto y charlamos un rato. Se trataba de un comerciante de telas de uno de los pueblos cercanos. Un hombre llamado Jerrod. Tenía telas de buena calidad, así que aproveché para comprar guantes de seda para la Búsqueda Instantánea, e hilo de plata para Alarma. Además, casualmente escuche algunas cosas sobre la familia Bennett. También me remitió hacia un marino del puerto, un hombre llamado William. Bill "El manco" para los que lo conocen. (Por cierto, por alguna razón había una piara paseando cerca del puesto). Me acerqué a la tercera plataforma, donde fondeaba La Gaviota Blanca, el barco donde trabaja Bill.

    Allí encontré al hombre, un tipo delgaducho y de pelo de paja. Como su apodo prometía, le faltaba una mano y en su lugar tenía un garfio. Pese a las apariencias era un hombre agradable. De todas formas no soy mujer de juicios apresurados. Le hable de Jerrod, así que me prestó atención. Me prometió una botella del caro vino, pero a cambio me pidió un favor. Por cómo lo dijo, en seguida supe que se trataba de algo ilegal. Desafortunadamente, el vino que iba a conseguir también debía de serlo. El hombre quería que llevase una botella de otro vino a uno de los encargados del puerto, de su parte. Por supuesto, se lo que eso significa y me negué amablemente, e intenté convencerlo de dejarlo simplemente en el pago, sin favor. Traté de hacerle comprender que era algo muy arriesgado para mi y que no era un precio justo por el vino. Parece que se lo tomó bien y me dejó la botella a buen precio. Aunque también le prometí que la próxima vez le invitaría a una copa de ese vino. Tendré que pasar por Lual-Rhus para cumplir esa promesa.

    Por la tarde, después de comer y estudiar un poco, bajé de nuevo a los puestos y compré unas nueces para acompañar el vino. Luego me acerqué a la casa de los Reinhardt. Allí me recibió el hermano mayor de Bennett, Harrid, un hombre enorme como su padre (el herrero). Por la cara de sorpresa y susto que puso cuando dije que había ido a visitar a su madre, pude saber que es una mujer de carácter tal y como Bennett me había advertido. Pero conseguí que me dejara pasar y le convencí pese a que él, según decía, corría el riesgo de ser castigado. Fue a llamar a su madre mientras yo esperaba en una sala de estar donde había un mural que retrataba a la peculiar familia. Por supuesto, en él también estaba Dayanne. Al verla sentí algo familiar, pero al principio no supe interpretar de qué se trataba. Por el gesto que puso cuando nos encontramos, intuyo que ella también tuvo una sensación similar.

    Le ofrecí la carta que me había entregado Bennett, el vino y las nueces. No es una mujer muy expresiva, pero sé que le complació tanto lo uno como lo otro. Como me esperaba, era igual que mi maestro. Luego descubrí que eso era así de muchas maneras.
    Tras hablarle de mi proyecto de elaborar un mapa del cielo, Dayanne despachó a un temeroso Harrid y me guio a su estudio para hablar. El lugar no me decepcionó en absoluto. Se parecía mucho a mi antiguo estudio. Aunque estaba mejor guardado. Una puerta acorazada con un complejo mecanismo activado por un medallón guardaba la entrada. La puerta daba a unas escaleras de caracol que guiaban a una bóveda semiesférica. Allí, un planetario... ¿O debería decir "plano-tario"?, adornaba la sala. Con esferas y estrellas colgando del techo y un mural donde aparecían sus nombres formando un mapa, parecido al que yo buscaba pero de otra naturaleza. En las paredes multitud de libros de todo tipo, algunos en el idioma de los cielos.

    Todo aquello tenía una razón de ser, por supuesto. Resultó que el destino de Dayanne y el mío estaban más entrelazados de lo que nosotras mismas sospechábamos. Pero no hablaré aquí de ello. Lo que si puedo escribir es que tenía tanto en común con mi antiguo mentor que me hizo sentir nostálgica. No sólo se trataba de su carácter seco sino también de su interés por estudiar los planos. Estuvimos hablando sobre horas, y creo que congeniamos bien. No me pareció la terrible mujer que su familia piensa que es, es más, me resulto encantadora, casi como una madre. Había muchas cosas que me hubiera gustado preguntar y saber, pero ya habrá tiempo. Primero nos centramos en el tema del telescopio, otra de las uniones que el destino nos tenía preparadas. Parece ser que recientemente había tenido un percance con él y se había estropeado. Como consecuencia, la base se había desequilibrado y había perdido el contrapeso. Y lo que es peor, el espejo principal se había dañado. Para la base y el contrapeso sólo eran necesarios los materiales y su marido Aaron, lo arreglaría. Pero el espejo era el mayor problema. Sin embargo, las estrellas ya habían pronosticado lo que sucedería. Sólo hacía falta que obtuviera vidrio de un artesano competente, con las medidas adecuadas; pues, la brea, el galipote y el carbonato de silicio necesarios para el pulido, los había comprado ya en Bayas-Rathu durante el encargo de Zarrael en el Gremio de Alquimistas. Así que llegamos a un acuerdo: Si yo la ayudaba a reparar el telescopio, ella me daría los planos que utilizó para hacerlo y me prestaría el suyo mientras hacía yo el mío. Por supuesto, estuve encantada con ello. Ayudarla no sólo era una gran oportunidad para hacerme con un telescopio, sino que también un placer y un honor.

    Al despedirnos, ella me dio un medallón igual que el suyo, capaz de abrir la bóveda, dándome acceso libre. Eso me sorprendió un poco, ya que ni siquiera su familia parece tener algo así. (Aunque probablemente Bennett si que tenga acceso.) Aun así lo acepté humildemente. Prometí volver mañana a desarmar el telescopio para tomar notas para las reparaciones y para encargar, ya de paso, algunas piezas para el mío. Además de eso, recogeré una carta para Bennett que debe estar escribiendo en éste mismo momento.

    Como prometí, a medio día tomé varias herramientas de medición, pergaminos y carboncillo; y volví a visitar la casa de los Bennett ante la sorpresa de Harrid. Me divierte imaginar qué pensará de mí su familia, cuando una completa desconocida ha conseguido ganarse la confianza de tan temperamental mujer. Cómo Dayanne permitió, subí directa al estudio. Allí estaba ella trabajando en sus cosas. La saludé con una sonrisa, y creí entrever un saludo igual de animado en su serio semblante. Me dirigí hacia la sala del telescopio para no molestarla demasiado y me puse a trabajar. Era exactamente igual al que tenía en mente. Dos espejos y dos lentes. El principal, de buen tamaño, estaba quebrado. Tenía la esperanza de que el aluminizado se hubiera rayado simplemente, pero habrá que reemplazarlo por completo. Tomé medidas del radio del espejo, y también del otro espejo, comparándolas con el plano original para asegurarme. También me aseguré de calcular bien la concavidad de la lente, así como el largo del telescopio. Antes de darme cuenta ya era media tarde. Recogí las piezas con cuidado y las envolví en tela, dejándolas organizadas a un lado. Entonces fui a ver a la señora Dayanne para despedirme. Me dio la carta para Bennett. Le dije que estaría fuera unos días para atender unos asuntos, y que aprovecharía para buscar las piezas y los artesanos necesarios, pero que volvería lo más pronto posible. Ella se veía tan seria como siempre, pero seguro que estaba tan emocionada como yo. No se cuándo podré ver a Bennett, ya que estará ocupado con su prueba, pero me aseguraré de hacerle llevar las palabras de su madre.

    Esta mañana he salido a pasear, en busca de mi farolillo. Quería preguntar un poco por los alrededores, pero los aldeanos han resultado ser muy desconfiados con los forasteros. En especial si el asunto tiene que ver con Los Filos. Si bien su función es la de guardias, actúan más como una mafia. Así que es posible que mi farolillo haya sido vendido al mejor postor. Espero que siga en Rym. Por la noche, más tranquila, intentaré hacer una divinación para ver si sigue en ésta ciudad.

    Al volver a la taberna casi choco con Hécate. Ha sido una escena de lo más curiosa. Ha salido disparada gritando con las manos sobre la cabeza. Al principio me preocupé pensando que habría algún tipo de espíritu o aberración en la posada, pero al ver el gesto de extrañeza del posadero, me tranquilicé. Fui en la dirección de la que vino, esperando lo peor, pero resultó ser sólo una araña. Por su aspecto y comportamiento debía ser el familiar de algún mago. Así que saqué algo de cecina y la tenté hasta llevarla a un lugar tranquilo y alejado.
Salí para avisar a Hécate de que se había ido. Ella temblequeaba junto a la fuente de la plaza. Le dije que no había problema y volvimos dentro. Le compré una botella de ron y con ella conseguí calmarla. Parece ser que le tiene pánico a las arañas. Una pena.

    Una vez más calmada estuvimos esperando a que apareciera Graham Hikebell, el hombre que tenía el libro que ella buscaba. Pero una vez más no apareció. Le pregunté y me respondió lo mismo, que esperaría. El destino es paradójico, sólo llega para aquellos que huyen de él, y para aquellos que salen en su busca. Pero aquellos que no hacen nada, están destinados a esperarlo para siempre. Una vez entró en razón, decidió preguntar alrededor. Con los medianos no le fue bien. Son unas criaturas avariciosas y malhabladas. Con el posadero, en cambio, le fue mejor. Al fin y al cabo él no podía huir. Dejó una nota para el hombre y unas monedas. Quizá encuentre la respuesta a sus plegarias.

    Después de eso estuvimos charlando un rato hasta que se hizo tarde y volvimos a nuestras respectivas habitaciones. Allí dejé el material de estudio y volví a bajar. Me di una vuelta hasta que encontré una ramita apropiada. Entoné la divinación y me di una vuelta por Rym. La ramita me guio hasta el cuartel de Los Filos, como sospechaba. Son buenas noticias, ya que aún no ha abandonado la ciudad. Las malas noticias es que esa gente es avariciosa y tienen el poder en la ciudad. Así que es posible que abusen de él. De haber estado en manos de algún comerciante, quizá hubiera podido recuperarlo comprándoselo. Sería terrible que el espíritu se liberase. En cualquier caso, a ellos no les sirve de nada. Trataré de ahorrar algo de oro y volveré para intentar negociar por él.